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miércoles, 25 de febrero de 2015

PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDO

PEGAGOGÍA DEL OPRIMIDO
Por: Mercedes Salazar Plazas


En este texto se plantea la justificación de la pedagogía del oprimido (FREIRE, 1969), las contradicciones entre opresores/oprimidos, su superación, la situación concreta opresión y opresores, al igual que de opresión y los oprimidos para finalizar con el llamado a liberarse en comunión desde un momento histórico. Elemento común que atraviesa la pedagogía quien ha ido ganado desde las posibilidades epistémicas su espacio entre tensiones, luchas , movimientos pedagógicos,  investigación, reflexión crítica y las teorías propuestas con miradas diversas desde: la filosofía, la psicología-Braco, Piaget, Freud[1]-, la sociología –Marx y el funcionalismo-. Las corrientes críticas: la pedagogía critica que restituye el espacio del maestro (Giroux, citado por Garzón, Págs.56-57), la teoría del discurso (Bernstein)[2] y la pedagogía reconstructiva de los Académicos de la Universidad Nacional, y la hermenéutica (GARZÓN, 2005). Págs. 46-64
Freire, justifica la importancia de la Pedagogía del oprimido desde una situación real y concreta, el contexto histórico. Primero, es vital que el ser humano se piense a sí mismo, y su puesto en el cosmos; segundo, el hecho de pensar en su existencia es un acto educador, porque el pensamiento en la pedagogía que totaliza la praxis humana debe buscar en su interior re totalizarse como práctica de libertad; tercero,  las sociedades con estructuras que conducen a dominar las conciencias -“la pedagogía dominante es la pedagogía de las clases dominantes”-, con métodos de opresión no pueden contradecirse liberando a los oprimidos  por tal razón se plantea la educación como práctica de libertad desde una pedagogía del oprimido: No  es una pedagogía para él sino de él, en donde se descubra y conquiste de manera reflexiva como sujeto dueño de su destino histórico; cuarto, porque el maestro debe encontrar el sentido de la alfabetización, aprender a escribir su vida como autor y testigo de su historia; quinto, la pedagogía, parte de la dimensión humana en donde la educación es práctica de libertad, posible en la pedagogía del oprimido. Sexto, las técnicas del método  esterilizan la pedagogía e impiden que el hombre se constituya y conquiste históricamente en forma de pedagogía antropológica, la cual implica las ambigüedades de la condición humana, las complicaciones de la aventura histórica para explicarse en la recreación del mundo, que a  la vez obstaculiza y genera la superación liberadora de la conciencia humana.
De lo anterior, se pretende: a)  un movimiento interno que unifique los elementos del método y los anide en humanismo pedagógico; b) que el movimiento reproduzca y manifieste el proceso histórico en el que el hombre se reconoce; c) los posibles rumbos/proyectos y con ello la concienciación como opción, decisión y compromiso, desde donde se llega al humanismo, con la máxima de que alfabetizar es concienciar. Se busca entonces, que el alfabetizando pueda replantearse críticamente con discursos de su mundo, para que en su oportunidad sepa y pueda decir su palabra construida desde su lucha. Este aprendizaje es vital, desde la pedagogía del oprimido, porque si se aprende a tomar  la palabra que otros niegan, se asume con responsabilidad su misión de hombre que participa del mundo en que él se humaniza, humanizándolo.
Con respecto a la contradicción opresores/oprimidos, y la manera de superación de la misma, se debe examinar la relación humanización/deshumanización en el campo histórico, siendo este un contexto concreto/objetivo con posibilidades para  que los seres inconclusos  tomen consciencia de su inconclusión.  Para ello,  la humanización debe asumirse en la vocación negada de la injusticia, la explotación, la violencia de los opresores y afirmada, en el deseo de libertad, justicia  y recuperación de la humanidad.
La deshumanización,  no se debe verificar tan solo en los despojados de su humanidad sino en los que a ellos despojan, convirtiéndose en distorsión de la vocación del SER MÁS la cual es posible en la historia sin ser vocación histórica[3]. La violencia de los opresores los deshumaniza y les instaura la vocación de ser menos. Lo anterior, conduce a tensiones entre opresores y oprimidos, pero estos últimos tarde o temprano se levantan contra quienes los minimizan.  La lucha adquiere sentido, cuando los oprimidos no idealizan ni se transforman en sus antagonistas, sino en restauradores de la humanidad en ambos.  De esta forma los oprimidos cumplen la tarea humanista e histórica de liberarse a sí mismos y a los opresores,  logran empoderarse y encaminan al opresor hacia la puerta de la falsa generosidad, que permanece en la muerte, el desaliento  y la miseria. Dicha generosidad, se desarticula cuando se ve amenazada por las luchas que pretenden desaparecer las razones que sustentan el falso amor, la falsa caridad que se construyen con las manos extendidas del miedoso, el abandonado de la vida, el inseguro, el aplastado, el vencido, el desharrapado del mundo, los condenados de la tierra. Las consecuencias, de dichas luchas se evidencian en las manos que pasan de mendigar a trabajar y transformar el mundo que habitan y los habita.
 La enseñanza y el aprendizaje deben partir de los condenados de la tierra, los oprimidos y de los que realmente se solidarizan con ellos. Restauran la verdadera generosidad, su humanidad de hombres y pueblos porque: ¿Quién mejor que los oprimidos se encontrarán preparados para entender el significado  terrible de una sociedad opresora? ¿Quién sentirá mejor que ellos los efectos de la opresión? ¿Quién más que ellos para ir comprendiendo la necesidad de liberación?  Liberación,  a la que llegarán desde sus búsquedas en la praxis; por el conocimiento/reconocimiento de la necesidad de luchar por parte de los oprimidos tendrá la finalidad del acto de amor opuesto al desamor - contenido en la violencia de los opresores y su falsa generosidad-.
La pedagogía del oprimido, debe ser elaborada con él y no para él, en tanto que hombres y pueblos luchan constantemente por recuperar su humanidad. También, debe hacer de la opresión y sus causas su objeto de reflexión para que aclare las luchas por la liberación, y de ella,  la pedagogía se hará y se rehará. De acá, surge el siguiente problema: ¿Cómo podrán los oprimidos, como seres duales, inauténticos, que “alojan” al opresor en sí, participar de la elaboración de la pedagogía de la liberación?
 Para esto es necesario: por un lado, que el oprimido tome conciencia y descubra que aloja al opresor; por otro, que salga de la dualidad de ser es parecer y parecer es parecerse con el opresor; y,  por último,  que el oprimido, construya el camino de la pedagogía como instrumento que le permite descubrirse de manera crítica: el de los oprimidos por sí mismos y  los opresores por los oprimidos, siendo ellos los portadores de deshumanización. Por tanto, el primer momento del descubrimiento se percibe cuando los oprimidos en lugar de buscar la liberación terminan asumiendo la estructura de pensamiento de los opresores, como consecuencia de la contradicción vivida en una situación concreta.
 El ideal de hombre, del oprimido habita en la contradicción porque equivale a ser opresor, por situarse en la base de sus testimonios de humanidad. Lo anterior, se hace evidente cuando los oprimidos asumen su “adherencia” al opresor, como resultado de la realidad opresora vivenciada y también,  por la  dificultad para reconocerse en la liberación, los lleva a ser iguales a su antagonista. De esta forma, llegan al hombre nuevo en ellos mismos, pero transformados en opresores por su visión individualista y su adherencia al opresor que les impide tomar conciencia de sí mismos y de sus conquistas colectivas. Por ejemplo,  el caso de los campesinos –oprimidos-quieren una reforma agraria no para liberarse, sino para ser dueños de tierras, con lo cual se transforman en propietarios o patrones de nuevos empleados, se infiere entonces,  que no se transformó  la opresión -también hay excepciones a estos comportamientos-.  La hipótesis, que se plantea es que el capataz, a fin de asegurar su puesto, debe encarnar con más dureza, la  actuación heredada de su patrón, con esto se demuestra que los oprimidos tienen en el opresor el testimonio de “hombre”. Otro caso, es el de las revoluciones que transforman la condición de opresión en liberación pero luego se aferra a viejos modelos para implementar las revoluciones internas.
Lo anterior conlleva a plantear la reflexión desde el miedo a la libertad que vivencian los oprimidos, porque este puede conducirlos a pretender ser opresores. Por tanto, la prescripción es el elemento esencial en la mediación entre opresores/oprimidos, porque a partir de ella se impone una opción de conciencia a otra. El sentido alienante de las prescripciones que transforman la conciencia receptora o la que aloja la opresora. Por tal razón, el comportamiento de los oprimidos es prescrito, se forma con pautas de los opresores. Los oprimidos introyectan la imagen del opresor y sigue sus lineamientos porque temen a la libertad, les da miedo expulsar esa sombra que exigirá de ellos, llenar el vacío con el contenido de la  autonomía/responsabilidad que les hará libres.  Y ese estado, ganado con lucha, demanda,  búsquedas permanentes le ayudarán a entender que “Nadie tiene libertad para ser libre, sino que al no ser libre lucha por conseguir la libertad”  condición esencial para el movimiento de búsqueda de la esfera de los hombres inconclusos.
De ahí, la importancia  de superar la situación opresora a partir del reconocimiento crítico de la razón sobre dicha situación porque solo así se puede lograr la transformación de la realidad con la búsqueda del ser más, desde los oprimidos que en su ser menos buscan el ser más de todos.  Pero ellos, al estar acomodados y adaptados a la estructura dominante, sienten miedo a la libertad por temor a no ser capaces de asumirla. También,  porque se convierte en amenaza tanto de los que la usan para oprimir como para los compañeros oprimidos, que temen a nuevas represiones. El anhelo de liberarse se concreta en la concreción de otros anhelos. El miedo a ser libres, no les deja participar al llamado de otros ni de sí mismos, por tanto prefieren una convivencia gregaria, sin libertad en comunión creadora a la que los conduce la libertad. Comienzan a sufrir el síndrome de la dualidad interior y descubren que al no ser libres tampoco serán auténticos, están entre querer ser/temer ser, oprimidos/opresores y  empiezan luchas internas relacionadas con: expulsar o no al opresor; alienarse o no; seguir prescripciones o tener opciones; ser espectadores o actores; actuar o tener ilusión en el accionar del opresor; decir la palabra o silenciarla; crear o recrear en su poder de transformar el mundo, lo cual traduce el dilema del oprimido, que debe enfrentarlo con su pedagogía. La liberación, entonces se convierte en un parto doloroso, que da vida a un hombre nuevo, un hombre liberándose, viable en y por su superación de la contradicción opresor/oprimido, que encarna la liberación de TODOS.
Para ello, es necesario que los oprimidos conciban la realidad, como una situación que sólo los limita pero que la pueden transformar. Lo importante, es reconocer el límite impuesto por el opresor para que desde el reconocimiento sirva de motor para la acción liberadora, que como lo señala Hegel, solo pueden superar la contradicción si se reconocen como oprimidos y se comprometen con la lucha para liberarse. Porque no basta saberse en una relación dialéctica con el opresor, descubriendo que sin ellos este no existiría, para ser liberados. Lo importante es que tengan conciencia que con la praxis se logra la liberación. En los dos casos debe plantearse una actitud radical desde el sentido solidario. Si la característica del oprimido es la conciencia servil en relación a la conciencia del señor, es hacerse objeto de transformación en conciencia de ser para el otro, desde lo planteado por Hegel. En el caso del opresor, su solidaridad pasa de asistencial y de dependencia a un acto de amor, porque ha tomado conciencia que los oprimidos son hombres despojados y sometidos a injusticias, una de ellas, quitarles la palabra, comprados en su trabajo traducidos en personas en venta.
 La realidad social objetiva es producto de la acción de los hombres, por eso a ellos les compete hacerse cargo de las transformaciones que se requieran con conciencia crítica sobre la realidad opresora que genera un nuevo problema puesto que al constituirse en mecanismo de absorción  de los que en ella se encuentran y funciona como fuerza de inmersión de las conciencias.  Esta realidad en sí misma es domesticadora, liberarse implica inmersión en ella con una praxis auténtica: acción/reflexión.  “Hay que hacer la opresión real más opresiva, añadiendo la conciencia de la opresión y haciendo de la infamia más infamante, al pregonarla” a esto se llama dialéctica de la subjetividad/objetividad, la cual es posible en la praxis auténtica. (Marx, citado por Freire en pág. 43).  De esta modo, la superación de ésta exige la inserción crítica de los oprimidos en la realidad opresora que objetivándola actúan simultáneamente en ella.  Reconocer la subjetividad es entender la realidad falsa de sí mismo producto del distanciamiento de la objetividad. Lo anterior no permite la inserción crítica, porque solo es posible la dialecticidad de la Objetividad/subjetividad. Por ello, no se deben negar las dificultades para que las masas populares puedan insertarse críticamente en la realidad.
Al opresor le interesa que las masas permanezcan en estado de inmersión.  Por ello, Lukács[4] advierte al partido revolucionario utilizando las palabras de Marx “… que debe explicar a las masas su propia acción, no solo para asegurar su continuidad de las experiencias revolucionarias del proletariado, sino también de activar conscientemente el desarrollo posterior de estas experiencias”. Lukács hace el llamado a la inserción de la crítica cuando señala que se debe Explicar a las masas su propia acción, es aclarar la misma en relación con unos objetivos dados o construidos, pero además, dice de las finalidades de la acción. Cuando más descubren las masas populares, la realidad objetiva sobre la cual debe incidir su acción transformadora, más se involucran en la crítica.  De esta manera, se propone un pensamiento dialéctico, acción/mundo, mundo/acción relacionados por la solidaridad.  Para Friere, el problema no solo radica en explicar a las masas sino en dialogar con ellas sobre su acción. Por tanto,  Lukács y Freire coinciden en la importancia de la crítica: el primero, cuando propone  al partido revolucionario la explicación a las masas sobre su acción; y el segundo,  a través de la praxis, partiendo del hecho que la realidad no se transforma a sí misma. Necesita de hombres que luchen por su liberación, y que sean críticos para que se puedan conocer/reconocer como sujetos restauradores de intersubjetividades que se apoya en la pedagogía fundamentada en la generosidad alejada de egoísmos que deshumanizan.
Sin embargo, surge una nueva pregunta: ¿Cómo realizar la pedagogía del oprimido antes de la revolución?  Por un lado, se debe  diferenciar entre la educación sistemática -que se transforma con el poder- y, los trabajos educativos que deben ser realizados por los oprimidos, como proceso de su organización. De otro lado, se deben examinar los dos momentos de la pedagogía del oprimido: primero, los oprimidos van descubriendo el mundo de la opresión y se comprometen desde su praxis en su transformación y, segundo, una vez transformada la realidad opresora, la pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser de hombres  en proceso permanente de liberación. Las tensiones culturales se evidenciarán en el primer caso, mediante el cambio de percepción  del mundo opresor por parte de los oprimidos y, en el segundo, por la expulsión de los  mitos creados y desarrollados en la estructura opresora que se quedan en las nuevas.
Los problemas que se enfrentan en el primer momento de la pedagogía del oprimido se refieren, a la conciencia oprimida/conciencia opresora, frente  al problema del comportamiento, la visión de mundo, la ética y a la dualidad del oprimido.  Este último elemento es importante porque los oprimidos deben asumirse como seres duales, contradictorios, divididos, violentados. Por tanto, es imprescindible situar el problema en las relaciones opresor/oprimido a partir de los siguientes interrogantes: ¿cómo podrían los oprimidos iniciar la violencia, si ellos son los resultados de una violencia? ¿Cómo podrían ser los promotores de algo que al instaurarse objetivamente los construye?  No habría oprimidos si no existiera la relación de violencia. Los que oprimen instauran violencia, explotación, tiranía, terror, odio, niegan a los hombres, instauran la fuerza etc. Sin embargo, los opresores con hipocresía y falsa generosidad señalan a los oprimidos como los que desaman, son violentos, son bárbaros, malvados, feroces etc. Lo paradójico radica en que los oprimidos respondan a la violencia de los opresores con un acto de amor como lo llama Freire, al hecho devolver la humanidad perdida por el uso que ellos hacen de la opresión.
Cuando ya parece vislumbrarse una salida al problema, surge uno nuevo con el poder de la burocracia dominadora, efecto de ello,  la pérdida de la dimensión humanista de la lucha y la idea de liberación. Con esta nueva situación de la realidad que se ha instaurado debe generar la reflexión sobre la contradicción opresor/ oprimido. El opresor, no acepta otras estructuras que no sean las de oprimir y por tanto no logra entender la propuesta de los colectivos propuestas por los oprimidos que piensan en una vida en común. Los opresores/oprimidos están entre nuevas tensiones que plantea la organización de la sociedad para la igualdad. El opresor quiere acceder a  consumos y prácticas cotidianas pero la tipo de sociedad construida se las restringe, pero este, en nombre del derecho,  les hace pensar en la violencia a su derecho a vivir  sin reflexionar que antaño ellos tampoco respetaban a los otros que carecían de las necesidades básicas, sufrían injusticias y vivían en la desesperanza. El opresor, cree que solo él, puede llamarse humano porque los otros son objetos, cosas. Él tiene claro su derecho a vivir en paz frente al derecho de sobrevivir de los otros porque su conciencia opresora es necrófila, Fromm[5] la llama la posesión del mundo y de los hombres,  sin ella “perdería contacto con el mundo”.  
El opresor todo lo vuelve objeto de dominio -tierras, bienes producción etc.-, y ese deseo irrefrenable le lleva a pensar en reducir todo a su poder de compra, una visión materialista de la existencia, el dinero es la medida y el lucro el objetivo principal. Los opresores, contemplan como el valor máximo en tener más sin importar que el oprimido no tenga nada, por eso Ser es considerado en Tener como clase poseedora. En su situación opresora aunada a la falsa generosidad, no perciben que si tener es condición de ser, también lo es para todos los hombres. La humanización es una cosa que se posee y el humanizar es subvertir la noción de no ser más, para quien oprime, de igual forma ocurre si la humanización de los oprimidos es subversión, también lo será su libertad. La tendencia de la conciencia opresora para Fromm, es la esencia del impulso sádico, en donde el hombre se convierte en cosa y pasa de ser animado a inanimado se encuentra atada en su forma de vivir, que pierde lo importante,  la libertad. Así, el sadismo se convierte en una característica de la conciencia opresora en su visión necrófila del mundo en donde se mata la vida y  el amor se manifiesta en la muerte. 
Otro problema que se debe examinar, es el de la adhesión y el paso del opresor a oprimido, porque llevan el peso histórico y cultural del silencio, sus prejuicios, deformaciones, la desconfianza puesta en el pueblo visto como incapaz de pensar correctamente, de querer, de saber,  de ahí, corren el riesgo de caer en otro tipo de generosidad similar al del opresor. Así, creer en el pueblo es una condición previa para todo cambio revolucionario. Por ello, quien busca renacer, debe asumir la convivencia entre opresor/oprimido para que puede entender la realidad, las formas de ser y comportarse con ellos. Tener clara la dualidad presente en el oprimido porque él, camina entre ser/o ser el otro que lo aleja de su conciencia y  no le permite ver al opresor lo cual,  les lleva a situaciones fatalistas presentes en la docilidad. Este fatalismo, se refiere al poder del destino o una distorsión de Dios, en donde se inscribe el mundo mágico-mítico del campesino, quien encuentra el sufrimiento de la explicación como voluntad divina, como si él fuese el creador del desorden organizado. Otro elemento, es la atracción que siente el oprimido por el opresor con respecto a sus patrones de vida que anhelan también para ellos, como lo explica Memmi cuando analiza el fenómeno de la colonización/colonizado donde se percibe la repulsión/atracción por el colonizador.  El oprimido también se caracteriza por la auto desvalorización que se vivencia en la introyección que hacen del opresor y de escuchar tantas veces de su incapacidad por el saber, terminan por convencerse de su incapacidad.  Ejemplo de ello es el campesino que accede al campo educativo y en el que, cuando hay  una discusión, se abstiene de intervenir argumentando que deben hablar los que saben y, también, cuando señalan que los animales tienen más libertad que ellos mismos.  Los opresores por su lado se encargan de reforzar actitudes negativas en los oprimidos adjetivándolos de perezosos, borrachos y otros más.
En Chile, se referencian las transformaciones de las luchas en la historia del campesino cuando habla para desmentir a aquellos que se encargaban de desvalorizarlos, aludiendo que ellos, lo único que han padecido es explotación. En esta acción se refleja la toma de conciencia  de su estado de opresión  y levanta su voz  para no aceptar más situaciones de sometimientos que muchas veces se ven como algo natural.  Lo anterior se logra con reflexión, con diálogo abierto, crítico, liberador con contenido histórico social y acompañado de acciones concretas. Necesitan además, reconocerse como hombres en su vocación ontológica e histórica de SER MÁS.
La acción política al lado de los oprimidos debe ser cultural para la libertad, teniendo en cuenta que en este proceso quienes intervienen son seres humanos, no objetos por tal razón el liderazgo revolucionario debe incidir en la construcción de conciencia para la lucha y la liberación desde el campo histórico, asumiendo desde la crítica múltiples  problemáticas y situaciones que deben ser transformadas en colectivos, desde los inicios en pro de los cambios que se deben generar entre opresores/oprimidos. El camino que se debe andar es el de la pedagogía liberadora con liderazgo revolucionario en donde se establezca una relación dialógica y permanente con el oprimido. El método, no es instrumento-liderazgo revolucionario-, con el que se manipula a los oprimidos porque estos se transforman en la conciencia. “el método se exterioriza y se materializada en actos, que asume la propiedad fundamental de la conciencia: intencionalidad. La conciencia es un “camino para”  algo que no es ella, que se aprehende por su capacidad ideativa. La conciencia es, el método extendido en su sentido máximo de generosidad. La raíz de método y conciencia existe en lo abstracto y metódico” (VIEIRA, citado por Freire en la pág. 66)
Por último, la tarea que deben asumir educadores/educandos, Liderazgo/masas cointencionadas con la realidad, como sujetos en el acto, no es solo descubrirla y conocerla críticamente, sino en el acto de recrear el conocimiento de la misma. Quienes construyen conocimiento a través de reflexión/acción común se convierten en creadores y recreadores. Así, la presencia de los oprimidos en la búsqueda de su liberación, se sustenta en el COMPROMISO de: “Nadie libera a Nadie, ni nadie se libera solo. Los hombres se liberan en comunión” (FREIRE, 1969).

Referencias

FREIRE, P. (1969). Pedagogía del oprimido (vigesimoctava 1982 ed.). México: Siglo XXI editores, sa.
GARZÓN, J. C. (2005). UNIDIDADES DIDÁCTICAS DEL CURSO: EPISTEMOLOGÍA DE LA PEDAGOGÍA. págs 56-64












[1]  Broca, Piaget, Fromm Citados por Garzón, 2005. pág. 50-51  en Epistemología de la pedagogía
[2] Bernstein, citado por Garzón, 2005. Págs. 59-61
[3]  La deshumanización es un hecho concreto de la historia, pero no un destino dado, sino es el resultado de un orden injusto que genera violencia de los opresores y consecuentemente con el ser menos. Pág. 33
[4] Lukács, citado por Freire en págs. 44-45
[5] Fromm, citado por Freire, 1969. Pág. Pág. 54



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