PEGAGOGÍA DEL OPRIMIDO
Por: Mercedes Salazar Plazas
En
este texto se plantea la justificación de la pedagogía del oprimido (FREIRE, 1969) , las contradicciones
entre opresores/oprimidos, su superación, la situación concreta opresión y
opresores, al igual que de opresión y los oprimidos para finalizar con el
llamado a liberarse en comunión desde un momento histórico. Elemento común que
atraviesa la pedagogía quien ha ido ganado desde las posibilidades epistémicas
su espacio entre tensiones, luchas , movimientos pedagógicos, investigación, reflexión crítica y las teorías
propuestas con miradas diversas desde: la filosofía, la psicología-Braco,
Piaget, Freud[1]-,
la sociología –Marx y el funcionalismo-. Las corrientes críticas: la pedagogía
critica que restituye el espacio del maestro (Giroux, citado por Garzón, Págs.56-57),
la teoría del discurso (Bernstein)[2]
y la pedagogía reconstructiva de los Académicos de la Universidad Nacional, y
la hermenéutica (GARZÓN, 2005) . Págs. 46-64
Freire,
justifica la importancia de la Pedagogía del oprimido desde una situación real
y concreta, el contexto histórico.
Primero, es vital que el ser humano se piense a sí mismo, y su puesto en el
cosmos; segundo, el hecho de pensar
en su existencia es un acto educador, porque el pensamiento en la pedagogía que
totaliza la praxis humana debe buscar en su interior re totalizarse como
práctica de libertad; tercero, las sociedades con estructuras que conducen a
dominar las conciencias -“la pedagogía dominante es la pedagogía de las clases
dominantes”-, con métodos de opresión no pueden contradecirse liberando a los
oprimidos por tal razón se plantea la
educación como práctica de libertad desde una pedagogía del oprimido: No es una pedagogía para él sino de él, en donde
se descubra y conquiste de manera reflexiva como sujeto dueño de su destino
histórico; cuarto, porque el maestro
debe encontrar el sentido de la alfabetización, aprender a escribir su vida como
autor y testigo de su historia; quinto,
la pedagogía, parte de la dimensión humana en donde la educación es práctica de
libertad, posible en la pedagogía del oprimido. Sexto, las técnicas del método
esterilizan la pedagogía e impiden que el hombre se constituya y conquiste
históricamente en forma de pedagogía antropológica, la cual implica las
ambigüedades de la condición humana, las complicaciones de la aventura
histórica para explicarse en la recreación del mundo, que a la vez obstaculiza y genera la superación
liberadora de la conciencia humana.
De
lo anterior, se pretende: a) un movimiento interno que unifique los
elementos del método y los anide en humanismo pedagógico; b) que el movimiento reproduzca y manifieste el proceso histórico
en el que el hombre se reconoce; c)
los posibles rumbos/proyectos y con ello la concienciación como opción,
decisión y compromiso, desde donde se llega al humanismo, con la máxima de que
alfabetizar es concienciar. Se busca entonces, que el alfabetizando pueda
replantearse críticamente con discursos de su mundo, para que en su oportunidad
sepa y pueda decir su palabra construida desde su lucha. Este aprendizaje es
vital, desde la pedagogía del oprimido, porque si se aprende a tomar la palabra que otros niegan, se asume con
responsabilidad su misión de hombre que participa del mundo en que él se
humaniza, humanizándolo.
Con
respecto a la contradicción opresores/oprimidos, y la manera de superación de
la misma, se debe examinar la relación humanización/deshumanización en el campo
histórico, siendo este un contexto concreto/objetivo con posibilidades
para que los seres inconclusos tomen consciencia de su inconclusión. Para ello, la humanización debe asumirse en la vocación
negada de la injusticia, la explotación, la violencia de los opresores y
afirmada, en el deseo de libertad, justicia y recuperación de la humanidad.
La
deshumanización, no se debe verificar tan
solo en los despojados de su humanidad sino en los que a ellos despojan,
convirtiéndose en distorsión de la vocación del SER MÁS la cual es posible en la historia sin ser vocación
histórica[3].
La violencia de los opresores los deshumaniza y les instaura la vocación de ser menos. Lo anterior, conduce a tensiones
entre opresores y oprimidos, pero estos últimos tarde o temprano se levantan
contra quienes los minimizan. La lucha
adquiere sentido, cuando los oprimidos no idealizan ni se transforman en sus
antagonistas, sino en restauradores de la humanidad en ambos. De esta forma los oprimidos cumplen la tarea humanista e histórica de liberarse a sí
mismos y a los opresores, logran
empoderarse y encaminan al opresor hacia la puerta de la falsa generosidad, que
permanece en la muerte, el desaliento y
la miseria. Dicha generosidad, se desarticula cuando se ve amenazada por las
luchas que pretenden desaparecer las razones que sustentan el falso amor, la falsa
caridad que se construyen con las manos extendidas del miedoso, el abandonado
de la vida, el inseguro, el aplastado, el vencido, el desharrapado del mundo, los
condenados de la tierra. Las consecuencias, de dichas luchas se evidencian en
las manos que pasan de mendigar a trabajar y transformar el mundo que habitan y
los habita.
La enseñanza y el aprendizaje deben partir de
los condenados de la tierra, los oprimidos y de los que realmente se
solidarizan con ellos. Restauran la verdadera generosidad, su humanidad de hombres
y pueblos porque: ¿Quién mejor que los oprimidos se encontrarán preparados para
entender el significado terrible de una
sociedad opresora? ¿Quién sentirá mejor que ellos los efectos de la opresión?
¿Quién más que ellos para ir comprendiendo la necesidad de liberación? Liberación,
a la que llegarán desde sus búsquedas en la praxis; por el
conocimiento/reconocimiento de la necesidad de luchar por parte de los
oprimidos tendrá la finalidad del acto de amor opuesto al desamor - contenido
en la violencia de los opresores y su falsa generosidad-.
La
pedagogía del oprimido, debe ser elaborada con él y no para él, en tanto que
hombres y pueblos luchan constantemente por recuperar su humanidad. También,
debe hacer de la opresión y sus causas su objeto de reflexión para que aclare
las luchas por la liberación, y de ella, la pedagogía se hará y se rehará. De acá,
surge el siguiente problema: ¿Cómo podrán los oprimidos, como seres duales,
inauténticos, que “alojan” al opresor en sí, participar de la elaboración de la
pedagogía de la liberación?
Para esto es necesario: por un lado, que el
oprimido tome conciencia y descubra que aloja al opresor; por otro, que salga
de la dualidad de ser es parecer y parecer es parecerse con el opresor; y, por último,
que el oprimido, construya el camino de la pedagogía como instrumento
que le permite descubrirse de manera crítica: el de los oprimidos por sí mismos
y los opresores por los oprimidos,
siendo ellos los portadores de deshumanización. Por tanto, el primer momento
del descubrimiento se percibe cuando los oprimidos en lugar de buscar la
liberación terminan asumiendo la estructura de pensamiento de los opresores,
como consecuencia de la contradicción vivida en una situación concreta.
El ideal de hombre, del oprimido habita en la
contradicción porque equivale a ser opresor, por situarse en la base de sus
testimonios de humanidad. Lo anterior, se hace evidente cuando los oprimidos
asumen su “adherencia” al opresor, como resultado de la realidad opresora
vivenciada y también, por la dificultad para reconocerse en la liberación,
los lleva a ser iguales a su antagonista. De esta forma, llegan al hombre nuevo
en ellos mismos, pero transformados en opresores por su visión individualista y
su adherencia al opresor que les impide tomar conciencia de sí mismos y de sus
conquistas colectivas. Por ejemplo, el
caso de los campesinos –oprimidos-quieren una reforma agraria no para
liberarse, sino para ser dueños de tierras, con lo cual se transforman en
propietarios o patrones de nuevos empleados, se infiere entonces, que no se transformó la opresión -también hay excepciones a estos
comportamientos-. La hipótesis, que se
plantea es que el capataz, a fin de asegurar su puesto, debe encarnar con más
dureza, la actuación heredada de su
patrón, con esto se demuestra que los oprimidos tienen en el opresor el
testimonio de “hombre”. Otro caso, es el de las revoluciones que transforman la
condición de opresión en liberación pero luego se aferra a viejos modelos para
implementar las revoluciones internas.
Lo
anterior conlleva a plantear la reflexión desde el miedo a la libertad que vivencian los oprimidos, porque este puede
conducirlos a pretender ser opresores. Por tanto, la prescripción es el elemento esencial en la mediación entre
opresores/oprimidos, porque a partir de ella se impone una opción de conciencia
a otra. El sentido alienante de las prescripciones que transforman la
conciencia receptora o la que aloja la opresora. Por tal razón, el
comportamiento de los oprimidos es prescrito, se forma con pautas de los
opresores. Los oprimidos introyectan la imagen del opresor y sigue sus
lineamientos porque temen a la libertad, les da miedo expulsar esa sombra que
exigirá de ellos, llenar el vacío con el contenido de la autonomía/responsabilidad que les hará
libres. Y ese estado, ganado con lucha,
demanda, búsquedas permanentes le
ayudarán a entender que “Nadie tiene libertad para ser libre, sino que al no
ser libre lucha por conseguir la libertad”
condición esencial para el movimiento de búsqueda de la esfera de los
hombres inconclusos.
De
ahí, la importancia de superar la situación
opresora a partir del reconocimiento crítico de la razón sobre dicha situación
porque solo así se puede lograr la transformación de la realidad con la
búsqueda del ser más, desde los
oprimidos que en su ser menos buscan el ser más de todos. Pero ellos, al estar acomodados y adaptados a
la estructura dominante, sienten miedo a la libertad por temor a no ser capaces
de asumirla. También, porque se
convierte en amenaza tanto de los que la usan para oprimir como para los
compañeros oprimidos, que temen a nuevas represiones. El anhelo de liberarse se
concreta en la concreción de otros anhelos. El miedo a ser libres, no les deja
participar al llamado de otros ni de sí mismos, por tanto prefieren una
convivencia gregaria, sin libertad en comunión creadora a la que los conduce la
libertad. Comienzan a sufrir el síndrome de la dualidad interior y descubren
que al no ser libres tampoco serán auténticos, están entre querer ser/temer
ser, oprimidos/opresores y empiezan
luchas internas relacionadas con: expulsar o no al opresor; alienarse o no;
seguir prescripciones o tener opciones; ser espectadores o actores; actuar o
tener ilusión en el accionar del opresor; decir la palabra o silenciarla; crear
o recrear en su poder de transformar el mundo, lo cual traduce el dilema del
oprimido, que debe enfrentarlo con su pedagogía. La liberación, entonces se
convierte en un parto doloroso, que da vida a un hombre nuevo, un hombre
liberándose, viable en y por su superación de la contradicción
opresor/oprimido, que encarna la liberación de TODOS.
Para
ello, es necesario que los oprimidos conciban la realidad, como una situación
que sólo los limita pero que la pueden transformar. Lo importante, es reconocer
el límite impuesto por el opresor para que desde el reconocimiento sirva de
motor para la acción liberadora, que como lo señala Hegel, solo pueden superar
la contradicción si se reconocen como oprimidos y se comprometen con la lucha
para liberarse. Porque no basta saberse en una relación dialéctica con el
opresor, descubriendo que sin ellos este no existiría, para ser liberados. Lo
importante es que tengan conciencia que con la praxis se logra la liberación.
En los dos casos debe plantearse una actitud radical desde el sentido
solidario. Si la característica del oprimido es la conciencia servil en
relación a la conciencia del señor, es hacerse objeto de transformación en
conciencia de ser para el otro, desde lo planteado por Hegel. En el caso del
opresor, su solidaridad pasa de asistencial y de dependencia a un acto de amor,
porque ha tomado conciencia que los oprimidos son hombres despojados y
sometidos a injusticias, una de ellas, quitarles la palabra, comprados en su
trabajo traducidos en personas en venta.
La realidad social objetiva es producto de la
acción de los hombres, por eso a ellos les compete hacerse cargo de las
transformaciones que se requieran con conciencia crítica sobre la realidad
opresora que genera un nuevo problema puesto que al constituirse en mecanismo
de absorción de los que en ella se
encuentran y funciona como fuerza de inmersión de las conciencias. Esta realidad en sí misma es domesticadora,
liberarse implica inmersión en ella con una praxis auténtica:
acción/reflexión. “Hay que hacer la
opresión real más opresiva, añadiendo la conciencia de la opresión y haciendo
de la infamia más infamante, al pregonarla” a esto se llama dialéctica de la
subjetividad/objetividad, la cual es posible en la praxis auténtica. (Marx,
citado por Freire en pág. 43). De esta
modo, la superación de ésta exige la inserción crítica de los oprimidos en la
realidad opresora que objetivándola actúan simultáneamente en ella. Reconocer la subjetividad es entender la
realidad falsa de sí mismo producto del distanciamiento de la objetividad. Lo
anterior no permite la inserción crítica, porque solo es posible la
dialecticidad de la Objetividad/subjetividad. Por ello, no se deben negar las
dificultades para que las masas populares puedan insertarse críticamente en la
realidad.
Al
opresor le interesa que las masas permanezcan en estado de inmersión. Por ello, Lukács[4]
advierte al partido revolucionario utilizando las palabras de Marx “… que debe explicar
a las masas su propia acción, no solo para asegurar su continuidad de las
experiencias revolucionarias del proletariado, sino también de activar
conscientemente el desarrollo posterior de estas experiencias”. Lukács hace el
llamado a la inserción de la crítica cuando señala que se debe Explicar a las
masas su propia acción, es aclarar la misma en relación con unos objetivos dados
o construidos, pero además, dice de las finalidades de la acción. Cuando más
descubren las masas populares, la realidad objetiva sobre la cual debe incidir
su acción transformadora, más se involucran en la crítica. De esta manera, se propone un pensamiento
dialéctico, acción/mundo, mundo/acción relacionados por la solidaridad. Para Friere, el problema no solo radica en
explicar a las masas sino en dialogar con ellas sobre su acción. Por tanto, Lukács y Freire coinciden en la importancia de
la crítica: el primero, cuando propone
al partido revolucionario la explicación a las masas sobre su acción; y
el segundo, a través de la praxis,
partiendo del hecho que la realidad no se transforma a sí misma. Necesita de
hombres que luchen por su liberación, y que sean críticos para que se puedan
conocer/reconocer como sujetos restauradores de intersubjetividades que se
apoya en la pedagogía fundamentada en la generosidad alejada de egoísmos que
deshumanizan.
Sin
embargo, surge una nueva pregunta: ¿Cómo realizar la pedagogía del oprimido
antes de la revolución? Por un lado, se
debe diferenciar entre la educación
sistemática -que se transforma con el poder- y, los trabajos educativos que
deben ser realizados por los oprimidos, como proceso de su organización. De otro
lado, se deben examinar los dos momentos de la pedagogía del oprimido: primero,
los oprimidos van descubriendo el mundo de la opresión y se comprometen desde
su praxis en su transformación y, segundo, una vez transformada la realidad
opresora, la pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser de hombres en proceso permanente de liberación. Las
tensiones culturales se evidenciarán en el primer caso, mediante el cambio de
percepción del mundo opresor por parte
de los oprimidos y, en el segundo, por la expulsión de los mitos creados y desarrollados en la
estructura opresora que se quedan en las nuevas.
Los
problemas que se enfrentan en el primer momento de la pedagogía del oprimido se
refieren, a la conciencia oprimida/conciencia opresora, frente al problema del comportamiento, la visión de
mundo, la ética y a la dualidad del oprimido.
Este último elemento es importante porque los oprimidos deben asumirse
como seres duales, contradictorios, divididos, violentados. Por tanto, es
imprescindible situar el problema en las relaciones opresor/oprimido a partir
de los siguientes interrogantes: ¿cómo podrían los oprimidos iniciar la
violencia, si ellos son los resultados de una violencia? ¿Cómo podrían ser los
promotores de algo que al instaurarse objetivamente los construye? No habría oprimidos si no existiera la
relación de violencia. Los que oprimen instauran violencia, explotación,
tiranía, terror, odio, niegan a los hombres, instauran la fuerza etc. Sin
embargo, los opresores con hipocresía y falsa generosidad señalan a los
oprimidos como los que desaman, son violentos, son bárbaros, malvados, feroces
etc. Lo paradójico radica en que los oprimidos respondan a la violencia de los
opresores con un acto de amor como lo llama Freire, al hecho devolver la humanidad
perdida por el uso que ellos hacen de la opresión.
Cuando
ya parece vislumbrarse una salida al problema, surge uno nuevo con el poder de la
burocracia dominadora, efecto de ello,
la pérdida de la dimensión humanista de la lucha y la idea de liberación.
Con esta nueva situación de la realidad que se ha instaurado debe generar la
reflexión sobre la contradicción opresor/ oprimido. El opresor, no acepta otras
estructuras que no sean las de oprimir y por tanto no logra entender la
propuesta de los colectivos propuestas por los oprimidos que piensan en una
vida en común. Los opresores/oprimidos están entre nuevas tensiones que plantea
la organización de la sociedad para la igualdad. El opresor quiere acceder a consumos y prácticas cotidianas pero la tipo
de sociedad construida se las restringe, pero este, en nombre del derecho, les hace pensar en la violencia a su derecho a
vivir sin reflexionar que antaño ellos
tampoco respetaban a los otros que carecían de las necesidades básicas, sufrían
injusticias y vivían en la desesperanza. El opresor, cree que solo él, puede
llamarse humano porque los otros son objetos, cosas. Él tiene claro su derecho
a vivir en paz frente al derecho de sobrevivir de los otros porque su
conciencia opresora es necrófila, Fromm[5]
la llama la posesión del mundo y de los hombres, sin ella “perdería contacto con el mundo”.
El
opresor todo lo vuelve objeto de dominio -tierras, bienes producción etc.-, y
ese deseo irrefrenable le lleva a pensar en reducir todo a su poder de compra,
una visión materialista de la existencia, el dinero es la medida y el lucro el
objetivo principal. Los opresores, contemplan como el valor máximo en tener más
sin importar que el oprimido no tenga nada, por eso Ser es considerado en Tener
como clase poseedora. En su situación opresora aunada a la falsa generosidad,
no perciben que si tener es condición de ser, también lo es para todos los
hombres. La humanización es una cosa que se posee y el humanizar es subvertir
la noción de no ser más, para quien oprime, de igual forma ocurre si la
humanización de los oprimidos es subversión, también lo será su libertad. La
tendencia de la conciencia opresora para Fromm, es la esencia del impulso
sádico, en donde el hombre se convierte en cosa y pasa de ser animado a
inanimado se encuentra atada en su forma de vivir, que pierde lo importante, la libertad. Así, el sadismo se convierte en
una característica de la conciencia opresora en su visión necrófila del mundo en
donde se mata la vida y el amor se
manifiesta en la muerte.
Otro
problema que se debe examinar, es el de la adhesión y el paso del opresor a
oprimido, porque llevan el peso histórico y cultural del silencio, sus
prejuicios, deformaciones, la desconfianza puesta en el pueblo visto como incapaz
de pensar correctamente, de querer, de saber,
de ahí, corren el riesgo de caer en otro tipo de generosidad similar al
del opresor. Así, creer en el pueblo es una condición previa para todo cambio
revolucionario. Por ello, quien busca renacer, debe asumir la convivencia entre
opresor/oprimido para que puede entender la realidad, las formas de ser y
comportarse con ellos. Tener clara la dualidad presente en el oprimido porque
él, camina entre ser/o ser el otro que lo aleja de su conciencia y no le permite ver al opresor lo cual, les lleva a situaciones fatalistas presentes
en la docilidad. Este fatalismo, se refiere al poder del destino o una
distorsión de Dios, en donde se inscribe el mundo mágico-mítico del campesino,
quien encuentra el sufrimiento de la explicación como voluntad divina, como si
él fuese el creador del desorden organizado. Otro elemento, es la atracción que
siente el oprimido por el opresor con respecto a sus patrones de vida que
anhelan también para ellos, como lo explica Memmi cuando analiza el fenómeno de
la colonización/colonizado donde se percibe la repulsión/atracción por el
colonizador. El oprimido también se
caracteriza por la auto desvalorización que se vivencia en la introyección que
hacen del opresor y de escuchar tantas veces de su incapacidad por el saber,
terminan por convencerse de su incapacidad. Ejemplo de ello es el campesino que accede al
campo educativo y en el que, cuando hay
una discusión, se abstiene de intervenir argumentando que deben hablar los
que saben y, también, cuando señalan que los animales tienen más libertad que
ellos mismos. Los opresores por su lado
se encargan de reforzar actitudes negativas en los oprimidos adjetivándolos de
perezosos, borrachos y otros más.
En
Chile, se referencian las transformaciones de las luchas en la historia del
campesino cuando habla para desmentir a aquellos que se encargaban de
desvalorizarlos, aludiendo que ellos, lo único que han padecido es explotación.
En esta acción se refleja la toma de conciencia
de su estado de opresión y
levanta su voz para no aceptar más
situaciones de sometimientos que muchas veces se ven como algo natural. Lo anterior se logra con reflexión, con diálogo
abierto, crítico, liberador con contenido histórico social y acompañado de acciones
concretas. Necesitan además, reconocerse como hombres en su vocación ontológica
e histórica de SER MÁS.
La
acción política al lado de los oprimidos debe ser cultural para la libertad,
teniendo en cuenta que en este proceso quienes intervienen son seres humanos,
no objetos por tal razón el liderazgo revolucionario debe incidir en la
construcción de conciencia para la lucha y la liberación desde el campo
histórico, asumiendo desde la crítica múltiples problemáticas y situaciones que deben ser
transformadas en colectivos, desde los inicios en pro de los cambios que se
deben generar entre opresores/oprimidos. El camino que se debe andar es el de
la pedagogía liberadora con liderazgo revolucionario en donde se establezca una
relación dialógica y permanente con el oprimido. El método, no es
instrumento-liderazgo revolucionario-, con el que se manipula a los oprimidos porque
estos se transforman en la conciencia. “el método se exterioriza y se materializada
en actos, que asume la propiedad fundamental de la conciencia: intencionalidad.
La conciencia es un “camino para” algo
que no es ella, que se aprehende por su capacidad ideativa. La conciencia es,
el método extendido en su sentido máximo de generosidad. La raíz de método y
conciencia existe en lo abstracto y metódico” (VIEIRA, citado por Freire en la
pág. 66)
Por
último, la tarea que deben asumir educadores/educandos, Liderazgo/masas
cointencionadas con la realidad, como sujetos en el acto, no es solo descubrirla
y conocerla críticamente, sino en el acto de recrear el conocimiento de la
misma. Quienes construyen conocimiento a través de reflexión/acción común se
convierten en creadores y recreadores. Así, la presencia de los oprimidos en la
búsqueda de su liberación, se sustenta en el COMPROMISO de: “Nadie libera a
Nadie, ni nadie se libera solo. Los hombres se liberan en comunión” (FREIRE,
1969).
Referencias
FREIRE, P. (1969). Pedagogía del oprimido (vigesimoctava 1982
ed.). México: Siglo XXI editores, sa.
GARZÓN, J. C. (2005). UNIDIDADES
DIDÁCTICAS DEL CURSO: EPISTEMOLOGÍA DE LA PEDAGOGÍA. págs 56-64
[1] Broca, Piaget, Fromm Citados por Garzón,
2005. pág. 50-51 en Epistemología de la
pedagogía
[2]
Bernstein, citado por Garzón, 2005. Págs. 59-61
[3] La deshumanización es un hecho concreto de la
historia, pero no un destino dado, sino es el resultado de un orden injusto que
genera violencia de los opresores y consecuentemente con el ser menos. Pág. 33
[4]
Lukács, citado por Freire en págs. 44-45
[5]
Fromm, citado por Freire, 1969. Pág. Pág. 54
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