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miércoles, 25 de febrero de 2015

POSTMODERNIDAD Y EDUCACIÓN, LA CONDICIÓN DE LA POSTMODERNIDAD

Investigaciones sobre los orígenes del cambio cultural. 4ta Parte: la condición de la posmodernidad, (HARVEY, 2008) pp: 359-372; Educación en la sociedad moderna posmoderna. Desafíos y oportunidades. (RUÍZ ROMÁN, 2009)PP: 173-188


La educación debe responder a las condiciones sociales, políticas, culturales, económicas, tecnológicas y comunicativas que propone la  posmodernidad en la formación de ciuda-danos dialógicos, críticos, reflexivos y propositivos.

Para explicar lo anterior, se deben retomar las argumentaciones de la historia de la postmodernidad y de la educación en la sociedad posmoderna. En primer lugar,  es preciso volver la mirada al momento en que la historia de la posmodernidad plantea que las prácticas estéticas y culturales están expuestas a transformaciones de la experiencia en el espacio y el tiempo, y que ellas pueden construir las representaciones de artefactos resultantes de la experiencia humana que siempre oscila entre el Ser y el Devenir[1].

En segundo término, es necesario retomar la geografía histórica de la experiencia del espacio y el tiempo en la vida social -en cuyo escenario aparece la escuela-, para comprender sus condiciones materiales y sociales. En tercera instancia, es pertinente asumir los procesos históricos del mundo occidental posteriores al Renacimiento. Con base en estos tres elementos se puede evidenciar que las dimensiones de espacio y tiempo han estado sometidas a la circulación y acumulación de capital.  

Por tal razón, la sociedad posmoderna proviene de un proceso histórico y geográfico que en cierta medida la determina. Pero, en especial, esta sociedad es reflejo de una  economía especulativa que se mueve entre la opulencia y la miseria e incide en la transformación de los contextos sociales. A su vez, el posmodernismo como juego de espejos que se reproducen a sí mismos revela que lo que se produce culturalmente, en los procesos histórico-geográficos, dan cuenta de la visión global. Ella se expresa en lo estético –en el arte, pintura, música, el grafiti, el performance...-, para darle, en ocasiones, estética a la miseria con lo que termina trivializándola y, por tanto, desconociendo la ética. Con esta actitud abre espacio a la política carismática y al extremismo ideológico. Por consiguiente, para comprender estas tendencias se requiere de teorías capaces de estudiar la producción y el pensamiento desde la condición postmoderna.

En estos contextos, es imperativo tener en cuenta las transiciones entre el fordismo moderno y el postmodernismo flexible que se caracterizan por oscilar o pendular entre centralismo -descentralismo; autoridad- deconstrucción; jerarquía-  anarquía; permanencia- flexibilidad; división del trabajo-sociedad. En consecuencia, la separación entre modernis-mo-postmodernismo desaparece para dar paso a nuevas dinámicas internas en el capitalismo; a su vez, ellas exigen volver al debate sobre las causas y la historia.

En tales circunstancias, la especulación de capital y las lógicas que lo sustentan  suelen desconocer que cada ser humano posee las facultades de improvisación, modeladas por la experiencia, que le dan posibilidades de crear productos, como lo acota Bourdieu. Asimismo, los límites para producirlos se establecen históricamente por cuanto realidad /límites se convierten en apegos a lo ya establecido. En estas condiciones de reproducción de lo social y simbólico –en medio de la diferencia y la otredad-, resulta pertinente elaborar críticas sobre la crisis de la experiencia del espacio/tiempo en el sistema económico para generar cambios en la dialéctica del pensamiento y la producción de conocimiento. No hay que olvidar que Marx sostuvo en una situación similar que “siempre construimos la estructura en la imaginación antes de llevarla a la realidad”.

Pues, hoy se advierte que el  arte que se reproduce electrónicamente -y permanece en la red en bancos de imágenes-, tiene en su trasfondo relaciones de clases que operan en un sistema de producción y consumo particular. En estas circunstancias, pareciera que las políticas culturales definen el orden simbólico a partir de la producción constante de imágenes sobre el mundo. Al mismo tiempo, el desarrollo de la producción cultural y el marketing global se convierte en agente que comprime el espacio/tiempo porque proyecta las mismas imágenes en cualquier lugar: museo, casa, sala, habitación, etc. Walter Benjamin lo expresa a su manera señalando que todo lo que habitamos o nos circunda sugiere que el despliegue de una fotografía puede invadir los espacios incons-cientemente; pero esto ya ha sido reemplazado por un espacio que se explora de forma consciente (Benjamin, 1969: 236).

En resumen, es importante examinar las respuestas de los efectos de la compresión sobre el espacio/tiempo. Ellas son las de: a) escabullirse en el silencio e inclinarse al carácter de todo; b) negar lo complejo del mundo y tratar de representarlo con retórica simple; c) encontrar un punto intermedio para la vida intelectual y política entre la gran narrativa y la limitada; d) comprender espacio/tiempo desde la construcción de un lenguaje y un imaginario que lo refleje y controle. Si se tiene en cuenta el caso de chica esquizofrénica, se debe recordar que Deleuze, Guattari y Foucault recomiendan adaptarse a los esquizo-flujos porque ellos animan las artes y las ciencias.

Por otra parte, en el caso de del materialismo histórico, es necesario recordar la crítica que señal-,dolevar ítica del capitalismo,ó que no era claro el vínculo entre la teoría y el materialismo histórico en cuatro áreas importantes: 1) la otredad para analizar la dialéctica del cambio social; 2) el reconocer que la producción de imágenes y discursos tienen que ser analizados como parte de la reproducción y transformación del orden simbólico; 3) el aceptar la importancia de las dimensiones espacio/tiempo; y 4) que existen geografías de la acción social, territorios y espacios de poder vitales para la organización geopolítica del capitalismo y, también, lugares de diferencias y otredades desde donde comprender el desarrollo del capitalismo. Si el materialismo histórico estuviera dispuesto a trabajar estos puntos podría hacer en serio su labor.

A su vez, los espejos que se desvanecen y se fusionan en sus orillas pueden interpretarse desde teorías, como la de Tylor, que convocan a volver al realismo como un medio para situar las prácticas culturales desde una perspectiva ética, o la de la deconstrucción cuando se interesa por el retorno a lo ético. En suma, si el materialismo histórico se renueva en esta dirección, es posible desde allí entender la postmodernidad y atacar la narrativa de la imagen, pasar de la ética a la estética, y del Devenir al no Ser en búsqueda de la diferencia y el proyecto de ilustración, como lo expresa Poggioli: “para los modernos es cálido solo en virtud de potencialidades del futuro; como la matriz del futuro en la medida en que avance la historia en continuas metamorfosis y sea vista como una revolución espiritual permanente” (Poggioli, 1986: 73). El Debate continua entonces sobre el Devenir.

En este panorama, la educación no es ajena a la tendencia actual de la posmodernidad. Pues, a más de relacionarse con el arte, tiene también como principio básico a las ideas que han venido emergiendo como condición para la cultura social.  De ahí, que la escuela asuma un papel relevante, porque es el espacio en donde se puede estudiar e interpretar la realidad desde la construcción de una  propuesta educativa. Pero ella debe iniciar el camino interrogándose por las características de la condición posmoderna,  el ser humano a formar en la misma, y la incidencia que tiene el sistema valorativo en la función de la escolar.

Sin embargo, el concepto de posmodernidad es difícil de definir de manera puntual y definitiva como lo aceptan diversos autores (Gimeno, 2002; Pérez, 1994; Ayuste y Trilla, 2005; Barrios, 2008; Ruiz Román, 2009). Con todo, algunos teóricos concuerdan en que la condición contemporánea es diferente a la moderna y, por tanto, se la puede nombrar como posmodernidad:

La tendencia social, más o menos clara. Un nuevo modo de pensar y sentir de las personas, que afecta a la forma de vivir, la familia, la amistad, la educación, el trabajo, el tiempo libre, la participación política y solidaridad…Aparece presente en todos los campos de la vida social: desde los anuncios hasta los libros más filosóficos, pasando por canciones de moda, programas de televisión, el cine, las ONGs, partidos políticos,…se alimenta de la vida, y a la vez, se hace cada vez más influyente a través de los medios de comunicación (Lipovetski, 1990).

Mientras, para algunos la posmodernidad se aleja de la modernidad porque es su fin; para otros, lo que existe es continuidad entre una y otra condición, debido a que se presenta su evolución. Los puntos de encuentro sobre el tema están puestos en la definición de posmodernidad con respecto a la modernidad que se caracteriza por la confianza en la razón, ya que desde allí construye formas de convivencia y relaciones sociales en colectivo que se aparta del dogma religioso, el poder aristocrático, el privilegio de antiguas relaciones humanas. De esta manera, se privilegia la ciencia y la razón se convierte en un instrumento importante del Ser Humano porque puede así organizar el sistema de gobierno, la administración de las cosas y la actividad científica y técnica (Pérez, 1994).

De otro lado, la modernidad refiere la confianza del progreso futuro de la humanidad, desde su capacidad intelectual, es decir la fe en sí mismo para el desarrollo humano, técnico y científico. Por último, el hecho de creer en la razón conlleva a buscar el ideal de belleza (estética) y el bien (ética) (Ibáñez, 2005: 29). En conclusión, el modelo de desarrollo y comportamiento la cual se impone como única y verdadera forma de racionalizar la civilización.

Así, lo que aporta la postmodernidad a la modernidad, en primer lugar, es el escepticis-mo acerca del progreso continuo. Pues como lo indica Váttimo, al seguir los postulados de Lyotard, y argumentar que Auschwitz,  refuta la racionalidad, que ilustran bien los siguientes ejemplos: de la revolución proletaria que es refutada por el hacer de Stalin; la democracia emancipadora, por mayo del 68; la validez de la economía por la crisis del sistema capitalista (Váttimo, 1991). En el paso del siglo XX al XXI, desde donde hubo dos guerras mundiales; holocaustos y amenazas nucleares; el abismo entre países ricos y pobres; la inmigración y el inoperante de los organismos internacionales; la vulneración de DD HH, los fundamentalismos y la corrupción; la explotación sin control de recursos naturales, destrucción del medio ambiente y la crisis económica, financiera global, entre otros aspectos. Estos argumentos los toma la condición posmoderna como camino para dejar atrás la modernidad, pero el cómo hacerlo ha generado diversas posiciones –entre ellas, las de Vattimo, 1991; Ayuste y Trilla, 2005; Ibáñez, 2005-, que Harvey las sintetiza en dos:
1.                  La del postmodernismo reformista, que Habermas define como una corriente crítica a la modernidad, con límites para reformar y reformular sus propuestas (Vattimo, 1991), y la que buscaría corregir excesos y debilidades de la razón.
2.                  La del postmodernismo crítico-radical –que proviene de Nietzsche vía Heidegger-, y elabora una crítica para superar la racionalidad instrumental, propuesta desde Occidente en los últimos tiempos (Finkielkraut, 1987; Rorty, 1982; Vattimo, 1991 y 1996). En síntesis, la posmodernidad llevaría a instalarse en el desencanto de la Razón, como cierre del proyecto moderno que busca otros parámetros sobre los cuales construir sociedad.



Por tanto, la posmodernidad asume que el mundo de la razón se convirtió en amenaza porque la técnica creó armas nucleares que van contra de la vida de los seres vivientes; a su vez, la política y la economía, permeadas por la corrupción, se han convertido en lo que Gianni Vattimo (1996) llama “la organización técnica, científica y económica del mundo culminan en el establecimiento de un dominio que en el fondo es de tipo militar”.

Es decir, esta posición sostiene que como la razón de tipo filosófico condujo a la humanidad en los dos últimos siglos desencantarse de la racionalidad, se debe replantear esta situación. Como alternativa, Lyotard propuso cuestionar las metanarrativas que aspiraban a construir relatos totales que supuestamente contenían verdades absolutas pero que, en cambio, llevaron a fracasos-guerras, a ideologías como el marxismo que generó dictaduras y pobreza, o al capitalismo que ahondó la miseria y mantuvo el derroche. Estos grandes relatos que querían explicarlo todo erosionaron con la búsqueda de ideales a seguir.

Por su parte, Nietzche y Heidegger invitan a dejar de lado la neurosis cartesiana que está unida a la búsqueda de la certeza absoluta y los valores espirituales eternos (Rorty, 1982). Por consiguiente, la postmodernidad busca relativizar la racionalidad como instrumento esencial de la civilización y abre una puerta para las emociones, la experiencia, la alteridad que pueden aportar de forma significativa en los modos de vida y el progreso ( Bauman, 2004). A partir de allí, se pretenden crear espacios para que haya múltiples perspectivas, voces y enfoques polifónicos, fragmentación de pensamiento, diversas verdades, lo cual hace imposible la única verdad (Derrida, 1995).  Entonces, si el saber no es universal, si es posible hablar de  lenguajes y prácticas que no deben ser legitimadas por las instituciones superiores (Focucault, 1984; Ibáñez, 2005). De ahí que hoy se apueste al respeto a lo diverso y a la escucha de voces que vienen de las culturas y subculturas, de los grupos minoritarios e individuos que cuentan muchas historias o historia multiversal (Marquard, 2000), que deviene de la historia universal.

Dado lo anterior, la pedagogía en la postmodernidad vislumbra otro panorama diferente a la propuesta por la escuela occidental basada en la razón  de la condición moderna: la de la escuela trasmisora de verdades absolutas, con categorías universales, currículos con contenido científico, prácticas pedagógicas que no generan espacios y tiempos para confrontar ideas de forma respetuosa porque predomina el Dios Razón-.  Así, el saber surge de la concepción instrumental y tecnócrata de la racionalidad (Deleuze y Guattari, 2001), en donde el rol del maestro se reduce a técnico-trasmisor de contenidos editoriales, expertos y administrativos,  pensados para generar un modelo tecnocrático que oculta la ética de la instrucción, pues

aunque se cuente con una educación democrática, el modelo educativo es colonial, diseñado para formar maestros con métodos que devalúan la dimensión intelectual de la enseñanza… Es continuar discapacitando a los maestros y estudiantes, de forma que caminen de manera irreflexiva por el laberinto de los procedimientos y las técnicas (Chomsky, 2001: 10).

En consecuencia, el reto a asumir es el de apostarle a formar a un maestro que se piense de manera crítica desde su saber y hacer pedagógico, que esté acorde con el modelo de sociedad y estudiante que  debe ayudar a construir. Es  esto lo que lo diferencia del técnico al que no le interesa acceder al conocimiento científico. Como se puede advertir, este enfoque reduce la consideración social del mismo docente y lo subordina al mero decir científico (Pérez Gómez, 1993: 11). Lo dicho lleva a proponer  una escuela en la que profesores y estudiantes sean independiente en lo intelectual y, por ende, aspiren a construirse una actitud crítica que les permita resistir a las imposiciones que vengan de esa sociedad de la razón instrumental.

Asimismo, la sociedad postmoderna navega en una avalancha de informaciones y signi-ficados que pueden ser enriquecidos con el uso de  las tecnologías de la información y la comunicación pero, a la vez, pueden conducir al caos y anarquía, porque generan riesgos de indefinición y desorganización sobre lo que representa la sociedad actual (Pérez Gómez, 1998: 130). Así las cosas, la cantidad de información aunada a la impaciencia característica de la sociedad actual (Bauman, 2001: 220), no dejan espacio ni tiempo para hacer reflexiones individuales y colectivas que permitan pasar de la mera información al real conocer. Pues esto ocurre cuando se construye significado desde experiencias previas que, además, se contextualizan desde la subjetivad (Gimeno, 2001: 220).

En resumen, la educación adquiere un papel esencial. De ahí que las instituciones educativas deban propiciar que el maestro se convierta en un agente que apoya a sus estudiantes para que sean críticos de la información a la cual que y, en consecuencia, pueden contextualizarla, darle sentido e interpretarla de manera adecuada contras-tándola con sus propias experiencias individuales y colectivas. Por este camino, los discentes lograrán reflexionar, confrontar, rechazar y recrear contenidos desde un acto crítico reflexivo. En conclusión, los significados culturales son contenidos que deben plantearse como una oportunidad para que el estudiante los reinterprete, los reconstruya y los organice de manera crítica. De esta manera el conocimiento fragmentado que está inscrito en  el saber postmoderno afina la sensibilidad ante lo diferente y lo plural.

Esta postmodernidad abre la puerta de la escuela a la cultura plural y,  por ende, la educación debe preocuparse por la diversidad y por garantizar la igualdad de oportunidades. Con este propósito debe afinar las estrategias de aprendizaje mediante una flexibilidad que sea acorde con las características de los estudiantes y, también, con un conocimiento que responda a sus intereses y necesidades. La condición postmoderna, pues, debe contribuir a reducir las desigualdades sociales, culturales desde una diversidad que compagine con la comprehensión desde la escuela. Para asumir este propósito necesita combinar lo universal con lo particular, lo común con lo particular, y elaborar un currículo que relacione lo común con los ciudadanos iguales con otro que tenga en cuenta el respeto a la diversidad y a la libertad.

En este contexto es permitente advertir que el desconcierto que vive la  escuela se debe a  que transita por la sociedad de la información y en medio de la heterogénea y fragmentada sociedad postmoderna que ya no acepta como único el referente conceptual ético o epistemológico. Los conflictos actuales se expresan en los problemas de comunicación y violencia al interior de la escuela entre y con los diferentes actores que conforman la comunidad educativa. En estas circunstancias, la escuela debe ir más allá de los paradigmas epistemológicos y éticos, en donde la ética propicie diálogos que faciliten entender al otro mediante el contrastar las propias elaboraciones, el detectar las contra-dicciones, distorsiones y malentendidos que ocurren en los procesos comunicativos al interior de las culturas y entre ellas (Pérez, 1998). Es decir, apostarle a propiciar una convivencia solidaria, argumentada y basada en la ética pública (Torres y otros, 2014).

En suma, las instituciones educativas tienen el reto de abrir en la institución, en las aulas, los patios de recreo y en todos sus lugares, espacios donde crear un contexto adecuado para el debate colectivo enriquecedor. Unos  en donde los estudiantes vivencien experiencias del otro y con el otro, a partir de una comunicación asertiva desde la otredad y mismidad. Por esta vía se podrá generar el desentrañamiento y el extrañamiento entre sujetos y comunidades para mirar el otro que hay en mí, como lo expresa el poeta Antonio Machado en Proverbios y Cantares III: “Busca en tu espejo el otro, al otro que va contigo”.

Esto exige poner en escena la colaboración y la empatía dentro del proceso educativo. Ellas –la colaboración y la empatía- posibilitan contrastar lo cognitivo, propician el descentramiento y el abrirse a lo diverso y a lo afectivo. También animan a conocer otras experiencias, asumir riesgos y desprenderse de sí mismo sin caer en el ridículo, en la explotación y devaluación de imagen –característica postmoderna-, o en la discriminación como lo señala Pérez (1998: 172).  La alternativa, pues, está puesta en la comunidad educativa que puede construir espacios confiables y ámbitos de relación de padres, maestros, estudiantes, que cuestionen los esquemas, ideas y valores, pero en un clima de respeto.
BIBLIOGRAFÍA

HARVEY, David. (2008) La condición de la postmodernidad: investigaciones sobre los orígenes del cambio cultural 4ta parte. Buenos Aires. Amorrortu Editores. 
RUÏZ, Román. (2009) Educación en la sociedad postmoderna: desafíos y oportunidades. Revista complutense de educación vol. 21. Núm. 1 ISSN: 1130-2496,  173-188. 







[1] En general, y a partir de la filosofía griega clásica, el hablar del ser como "devenir" marca la oposición a una concepción del ser como algo estático, y se suele considerar las posturas defendidas por Heráclito y Parménides como representativas de una y otra posición, respectivamente. Se ha entendido, pues, que el "devenir" sea oponía al "ser", en el sentido de que el proceso de ser, o de "llegar a ser" algo, se opone a la inmovilidad del ser. La afirmación del devenir, del ser como proceso, se identifica con una concepción dinámica de la realidad, de la que suele considerarse a Heráclito de Éfeso como su más representativo defensor (Diccionario de Filosofía).

PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDO

PEGAGOGÍA DEL OPRIMIDO
Por: Mercedes Salazar Plazas


En este texto se plantea la justificación de la pedagogía del oprimido (FREIRE, 1969), las contradicciones entre opresores/oprimidos, su superación, la situación concreta opresión y opresores, al igual que de opresión y los oprimidos para finalizar con el llamado a liberarse en comunión desde un momento histórico. Elemento común que atraviesa la pedagogía quien ha ido ganado desde las posibilidades epistémicas su espacio entre tensiones, luchas , movimientos pedagógicos,  investigación, reflexión crítica y las teorías propuestas con miradas diversas desde: la filosofía, la psicología-Braco, Piaget, Freud[1]-, la sociología –Marx y el funcionalismo-. Las corrientes críticas: la pedagogía critica que restituye el espacio del maestro (Giroux, citado por Garzón, Págs.56-57), la teoría del discurso (Bernstein)[2] y la pedagogía reconstructiva de los Académicos de la Universidad Nacional, y la hermenéutica (GARZÓN, 2005). Págs. 46-64
Freire, justifica la importancia de la Pedagogía del oprimido desde una situación real y concreta, el contexto histórico. Primero, es vital que el ser humano se piense a sí mismo, y su puesto en el cosmos; segundo, el hecho de pensar en su existencia es un acto educador, porque el pensamiento en la pedagogía que totaliza la praxis humana debe buscar en su interior re totalizarse como práctica de libertad; tercero,  las sociedades con estructuras que conducen a dominar las conciencias -“la pedagogía dominante es la pedagogía de las clases dominantes”-, con métodos de opresión no pueden contradecirse liberando a los oprimidos  por tal razón se plantea la educación como práctica de libertad desde una pedagogía del oprimido: No  es una pedagogía para él sino de él, en donde se descubra y conquiste de manera reflexiva como sujeto dueño de su destino histórico; cuarto, porque el maestro debe encontrar el sentido de la alfabetización, aprender a escribir su vida como autor y testigo de su historia; quinto, la pedagogía, parte de la dimensión humana en donde la educación es práctica de libertad, posible en la pedagogía del oprimido. Sexto, las técnicas del método  esterilizan la pedagogía e impiden que el hombre se constituya y conquiste históricamente en forma de pedagogía antropológica, la cual implica las ambigüedades de la condición humana, las complicaciones de la aventura histórica para explicarse en la recreación del mundo, que a  la vez obstaculiza y genera la superación liberadora de la conciencia humana.
De lo anterior, se pretende: a)  un movimiento interno que unifique los elementos del método y los anide en humanismo pedagógico; b) que el movimiento reproduzca y manifieste el proceso histórico en el que el hombre se reconoce; c) los posibles rumbos/proyectos y con ello la concienciación como opción, decisión y compromiso, desde donde se llega al humanismo, con la máxima de que alfabetizar es concienciar. Se busca entonces, que el alfabetizando pueda replantearse críticamente con discursos de su mundo, para que en su oportunidad sepa y pueda decir su palabra construida desde su lucha. Este aprendizaje es vital, desde la pedagogía del oprimido, porque si se aprende a tomar  la palabra que otros niegan, se asume con responsabilidad su misión de hombre que participa del mundo en que él se humaniza, humanizándolo.
Con respecto a la contradicción opresores/oprimidos, y la manera de superación de la misma, se debe examinar la relación humanización/deshumanización en el campo histórico, siendo este un contexto concreto/objetivo con posibilidades para  que los seres inconclusos  tomen consciencia de su inconclusión.  Para ello,  la humanización debe asumirse en la vocación negada de la injusticia, la explotación, la violencia de los opresores y afirmada, en el deseo de libertad, justicia  y recuperación de la humanidad.
La deshumanización,  no se debe verificar tan solo en los despojados de su humanidad sino en los que a ellos despojan, convirtiéndose en distorsión de la vocación del SER MÁS la cual es posible en la historia sin ser vocación histórica[3]. La violencia de los opresores los deshumaniza y les instaura la vocación de ser menos. Lo anterior, conduce a tensiones entre opresores y oprimidos, pero estos últimos tarde o temprano se levantan contra quienes los minimizan.  La lucha adquiere sentido, cuando los oprimidos no idealizan ni se transforman en sus antagonistas, sino en restauradores de la humanidad en ambos.  De esta forma los oprimidos cumplen la tarea humanista e histórica de liberarse a sí mismos y a los opresores,  logran empoderarse y encaminan al opresor hacia la puerta de la falsa generosidad, que permanece en la muerte, el desaliento  y la miseria. Dicha generosidad, se desarticula cuando se ve amenazada por las luchas que pretenden desaparecer las razones que sustentan el falso amor, la falsa caridad que se construyen con las manos extendidas del miedoso, el abandonado de la vida, el inseguro, el aplastado, el vencido, el desharrapado del mundo, los condenados de la tierra. Las consecuencias, de dichas luchas se evidencian en las manos que pasan de mendigar a trabajar y transformar el mundo que habitan y los habita.
 La enseñanza y el aprendizaje deben partir de los condenados de la tierra, los oprimidos y de los que realmente se solidarizan con ellos. Restauran la verdadera generosidad, su humanidad de hombres y pueblos porque: ¿Quién mejor que los oprimidos se encontrarán preparados para entender el significado  terrible de una sociedad opresora? ¿Quién sentirá mejor que ellos los efectos de la opresión? ¿Quién más que ellos para ir comprendiendo la necesidad de liberación?  Liberación,  a la que llegarán desde sus búsquedas en la praxis; por el conocimiento/reconocimiento de la necesidad de luchar por parte de los oprimidos tendrá la finalidad del acto de amor opuesto al desamor - contenido en la violencia de los opresores y su falsa generosidad-.
La pedagogía del oprimido, debe ser elaborada con él y no para él, en tanto que hombres y pueblos luchan constantemente por recuperar su humanidad. También, debe hacer de la opresión y sus causas su objeto de reflexión para que aclare las luchas por la liberación, y de ella,  la pedagogía se hará y se rehará. De acá, surge el siguiente problema: ¿Cómo podrán los oprimidos, como seres duales, inauténticos, que “alojan” al opresor en sí, participar de la elaboración de la pedagogía de la liberación?
 Para esto es necesario: por un lado, que el oprimido tome conciencia y descubra que aloja al opresor; por otro, que salga de la dualidad de ser es parecer y parecer es parecerse con el opresor; y,  por último,  que el oprimido, construya el camino de la pedagogía como instrumento que le permite descubrirse de manera crítica: el de los oprimidos por sí mismos y  los opresores por los oprimidos, siendo ellos los portadores de deshumanización. Por tanto, el primer momento del descubrimiento se percibe cuando los oprimidos en lugar de buscar la liberación terminan asumiendo la estructura de pensamiento de los opresores, como consecuencia de la contradicción vivida en una situación concreta.
 El ideal de hombre, del oprimido habita en la contradicción porque equivale a ser opresor, por situarse en la base de sus testimonios de humanidad. Lo anterior, se hace evidente cuando los oprimidos asumen su “adherencia” al opresor, como resultado de la realidad opresora vivenciada y también,  por la  dificultad para reconocerse en la liberación, los lleva a ser iguales a su antagonista. De esta forma, llegan al hombre nuevo en ellos mismos, pero transformados en opresores por su visión individualista y su adherencia al opresor que les impide tomar conciencia de sí mismos y de sus conquistas colectivas. Por ejemplo,  el caso de los campesinos –oprimidos-quieren una reforma agraria no para liberarse, sino para ser dueños de tierras, con lo cual se transforman en propietarios o patrones de nuevos empleados, se infiere entonces,  que no se transformó  la opresión -también hay excepciones a estos comportamientos-.  La hipótesis, que se plantea es que el capataz, a fin de asegurar su puesto, debe encarnar con más dureza, la  actuación heredada de su patrón, con esto se demuestra que los oprimidos tienen en el opresor el testimonio de “hombre”. Otro caso, es el de las revoluciones que transforman la condición de opresión en liberación pero luego se aferra a viejos modelos para implementar las revoluciones internas.
Lo anterior conlleva a plantear la reflexión desde el miedo a la libertad que vivencian los oprimidos, porque este puede conducirlos a pretender ser opresores. Por tanto, la prescripción es el elemento esencial en la mediación entre opresores/oprimidos, porque a partir de ella se impone una opción de conciencia a otra. El sentido alienante de las prescripciones que transforman la conciencia receptora o la que aloja la opresora. Por tal razón, el comportamiento de los oprimidos es prescrito, se forma con pautas de los opresores. Los oprimidos introyectan la imagen del opresor y sigue sus lineamientos porque temen a la libertad, les da miedo expulsar esa sombra que exigirá de ellos, llenar el vacío con el contenido de la  autonomía/responsabilidad que les hará libres.  Y ese estado, ganado con lucha, demanda,  búsquedas permanentes le ayudarán a entender que “Nadie tiene libertad para ser libre, sino que al no ser libre lucha por conseguir la libertad”  condición esencial para el movimiento de búsqueda de la esfera de los hombres inconclusos.
De ahí, la importancia  de superar la situación opresora a partir del reconocimiento crítico de la razón sobre dicha situación porque solo así se puede lograr la transformación de la realidad con la búsqueda del ser más, desde los oprimidos que en su ser menos buscan el ser más de todos.  Pero ellos, al estar acomodados y adaptados a la estructura dominante, sienten miedo a la libertad por temor a no ser capaces de asumirla. También,  porque se convierte en amenaza tanto de los que la usan para oprimir como para los compañeros oprimidos, que temen a nuevas represiones. El anhelo de liberarse se concreta en la concreción de otros anhelos. El miedo a ser libres, no les deja participar al llamado de otros ni de sí mismos, por tanto prefieren una convivencia gregaria, sin libertad en comunión creadora a la que los conduce la libertad. Comienzan a sufrir el síndrome de la dualidad interior y descubren que al no ser libres tampoco serán auténticos, están entre querer ser/temer ser, oprimidos/opresores y  empiezan luchas internas relacionadas con: expulsar o no al opresor; alienarse o no; seguir prescripciones o tener opciones; ser espectadores o actores; actuar o tener ilusión en el accionar del opresor; decir la palabra o silenciarla; crear o recrear en su poder de transformar el mundo, lo cual traduce el dilema del oprimido, que debe enfrentarlo con su pedagogía. La liberación, entonces se convierte en un parto doloroso, que da vida a un hombre nuevo, un hombre liberándose, viable en y por su superación de la contradicción opresor/oprimido, que encarna la liberación de TODOS.
Para ello, es necesario que los oprimidos conciban la realidad, como una situación que sólo los limita pero que la pueden transformar. Lo importante, es reconocer el límite impuesto por el opresor para que desde el reconocimiento sirva de motor para la acción liberadora, que como lo señala Hegel, solo pueden superar la contradicción si se reconocen como oprimidos y se comprometen con la lucha para liberarse. Porque no basta saberse en una relación dialéctica con el opresor, descubriendo que sin ellos este no existiría, para ser liberados. Lo importante es que tengan conciencia que con la praxis se logra la liberación. En los dos casos debe plantearse una actitud radical desde el sentido solidario. Si la característica del oprimido es la conciencia servil en relación a la conciencia del señor, es hacerse objeto de transformación en conciencia de ser para el otro, desde lo planteado por Hegel. En el caso del opresor, su solidaridad pasa de asistencial y de dependencia a un acto de amor, porque ha tomado conciencia que los oprimidos son hombres despojados y sometidos a injusticias, una de ellas, quitarles la palabra, comprados en su trabajo traducidos en personas en venta.
 La realidad social objetiva es producto de la acción de los hombres, por eso a ellos les compete hacerse cargo de las transformaciones que se requieran con conciencia crítica sobre la realidad opresora que genera un nuevo problema puesto que al constituirse en mecanismo de absorción  de los que en ella se encuentran y funciona como fuerza de inmersión de las conciencias.  Esta realidad en sí misma es domesticadora, liberarse implica inmersión en ella con una praxis auténtica: acción/reflexión.  “Hay que hacer la opresión real más opresiva, añadiendo la conciencia de la opresión y haciendo de la infamia más infamante, al pregonarla” a esto se llama dialéctica de la subjetividad/objetividad, la cual es posible en la praxis auténtica. (Marx, citado por Freire en pág. 43).  De esta modo, la superación de ésta exige la inserción crítica de los oprimidos en la realidad opresora que objetivándola actúan simultáneamente en ella.  Reconocer la subjetividad es entender la realidad falsa de sí mismo producto del distanciamiento de la objetividad. Lo anterior no permite la inserción crítica, porque solo es posible la dialecticidad de la Objetividad/subjetividad. Por ello, no se deben negar las dificultades para que las masas populares puedan insertarse críticamente en la realidad.
Al opresor le interesa que las masas permanezcan en estado de inmersión.  Por ello, Lukács[4] advierte al partido revolucionario utilizando las palabras de Marx “… que debe explicar a las masas su propia acción, no solo para asegurar su continuidad de las experiencias revolucionarias del proletariado, sino también de activar conscientemente el desarrollo posterior de estas experiencias”. Lukács hace el llamado a la inserción de la crítica cuando señala que se debe Explicar a las masas su propia acción, es aclarar la misma en relación con unos objetivos dados o construidos, pero además, dice de las finalidades de la acción. Cuando más descubren las masas populares, la realidad objetiva sobre la cual debe incidir su acción transformadora, más se involucran en la crítica.  De esta manera, se propone un pensamiento dialéctico, acción/mundo, mundo/acción relacionados por la solidaridad.  Para Friere, el problema no solo radica en explicar a las masas sino en dialogar con ellas sobre su acción. Por tanto,  Lukács y Freire coinciden en la importancia de la crítica: el primero, cuando propone  al partido revolucionario la explicación a las masas sobre su acción; y el segundo,  a través de la praxis, partiendo del hecho que la realidad no se transforma a sí misma. Necesita de hombres que luchen por su liberación, y que sean críticos para que se puedan conocer/reconocer como sujetos restauradores de intersubjetividades que se apoya en la pedagogía fundamentada en la generosidad alejada de egoísmos que deshumanizan.
Sin embargo, surge una nueva pregunta: ¿Cómo realizar la pedagogía del oprimido antes de la revolución?  Por un lado, se debe  diferenciar entre la educación sistemática -que se transforma con el poder- y, los trabajos educativos que deben ser realizados por los oprimidos, como proceso de su organización. De otro lado, se deben examinar los dos momentos de la pedagogía del oprimido: primero, los oprimidos van descubriendo el mundo de la opresión y se comprometen desde su praxis en su transformación y, segundo, una vez transformada la realidad opresora, la pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser de hombres  en proceso permanente de liberación. Las tensiones culturales se evidenciarán en el primer caso, mediante el cambio de percepción  del mundo opresor por parte de los oprimidos y, en el segundo, por la expulsión de los  mitos creados y desarrollados en la estructura opresora que se quedan en las nuevas.
Los problemas que se enfrentan en el primer momento de la pedagogía del oprimido se refieren, a la conciencia oprimida/conciencia opresora, frente  al problema del comportamiento, la visión de mundo, la ética y a la dualidad del oprimido.  Este último elemento es importante porque los oprimidos deben asumirse como seres duales, contradictorios, divididos, violentados. Por tanto, es imprescindible situar el problema en las relaciones opresor/oprimido a partir de los siguientes interrogantes: ¿cómo podrían los oprimidos iniciar la violencia, si ellos son los resultados de una violencia? ¿Cómo podrían ser los promotores de algo que al instaurarse objetivamente los construye?  No habría oprimidos si no existiera la relación de violencia. Los que oprimen instauran violencia, explotación, tiranía, terror, odio, niegan a los hombres, instauran la fuerza etc. Sin embargo, los opresores con hipocresía y falsa generosidad señalan a los oprimidos como los que desaman, son violentos, son bárbaros, malvados, feroces etc. Lo paradójico radica en que los oprimidos respondan a la violencia de los opresores con un acto de amor como lo llama Freire, al hecho devolver la humanidad perdida por el uso que ellos hacen de la opresión.
Cuando ya parece vislumbrarse una salida al problema, surge uno nuevo con el poder de la burocracia dominadora, efecto de ello,  la pérdida de la dimensión humanista de la lucha y la idea de liberación. Con esta nueva situación de la realidad que se ha instaurado debe generar la reflexión sobre la contradicción opresor/ oprimido. El opresor, no acepta otras estructuras que no sean las de oprimir y por tanto no logra entender la propuesta de los colectivos propuestas por los oprimidos que piensan en una vida en común. Los opresores/oprimidos están entre nuevas tensiones que plantea la organización de la sociedad para la igualdad. El opresor quiere acceder a  consumos y prácticas cotidianas pero la tipo de sociedad construida se las restringe, pero este, en nombre del derecho,  les hace pensar en la violencia a su derecho a vivir  sin reflexionar que antaño ellos tampoco respetaban a los otros que carecían de las necesidades básicas, sufrían injusticias y vivían en la desesperanza. El opresor, cree que solo él, puede llamarse humano porque los otros son objetos, cosas. Él tiene claro su derecho a vivir en paz frente al derecho de sobrevivir de los otros porque su conciencia opresora es necrófila, Fromm[5] la llama la posesión del mundo y de los hombres,  sin ella “perdería contacto con el mundo”.  
El opresor todo lo vuelve objeto de dominio -tierras, bienes producción etc.-, y ese deseo irrefrenable le lleva a pensar en reducir todo a su poder de compra, una visión materialista de la existencia, el dinero es la medida y el lucro el objetivo principal. Los opresores, contemplan como el valor máximo en tener más sin importar que el oprimido no tenga nada, por eso Ser es considerado en Tener como clase poseedora. En su situación opresora aunada a la falsa generosidad, no perciben que si tener es condición de ser, también lo es para todos los hombres. La humanización es una cosa que se posee y el humanizar es subvertir la noción de no ser más, para quien oprime, de igual forma ocurre si la humanización de los oprimidos es subversión, también lo será su libertad. La tendencia de la conciencia opresora para Fromm, es la esencia del impulso sádico, en donde el hombre se convierte en cosa y pasa de ser animado a inanimado se encuentra atada en su forma de vivir, que pierde lo importante,  la libertad. Así, el sadismo se convierte en una característica de la conciencia opresora en su visión necrófila del mundo en donde se mata la vida y  el amor se manifiesta en la muerte. 
Otro problema que se debe examinar, es el de la adhesión y el paso del opresor a oprimido, porque llevan el peso histórico y cultural del silencio, sus prejuicios, deformaciones, la desconfianza puesta en el pueblo visto como incapaz de pensar correctamente, de querer, de saber,  de ahí, corren el riesgo de caer en otro tipo de generosidad similar al del opresor. Así, creer en el pueblo es una condición previa para todo cambio revolucionario. Por ello, quien busca renacer, debe asumir la convivencia entre opresor/oprimido para que puede entender la realidad, las formas de ser y comportarse con ellos. Tener clara la dualidad presente en el oprimido porque él, camina entre ser/o ser el otro que lo aleja de su conciencia y  no le permite ver al opresor lo cual,  les lleva a situaciones fatalistas presentes en la docilidad. Este fatalismo, se refiere al poder del destino o una distorsión de Dios, en donde se inscribe el mundo mágico-mítico del campesino, quien encuentra el sufrimiento de la explicación como voluntad divina, como si él fuese el creador del desorden organizado. Otro elemento, es la atracción que siente el oprimido por el opresor con respecto a sus patrones de vida que anhelan también para ellos, como lo explica Memmi cuando analiza el fenómeno de la colonización/colonizado donde se percibe la repulsión/atracción por el colonizador.  El oprimido también se caracteriza por la auto desvalorización que se vivencia en la introyección que hacen del opresor y de escuchar tantas veces de su incapacidad por el saber, terminan por convencerse de su incapacidad.  Ejemplo de ello es el campesino que accede al campo educativo y en el que, cuando hay  una discusión, se abstiene de intervenir argumentando que deben hablar los que saben y, también, cuando señalan que los animales tienen más libertad que ellos mismos.  Los opresores por su lado se encargan de reforzar actitudes negativas en los oprimidos adjetivándolos de perezosos, borrachos y otros más.
En Chile, se referencian las transformaciones de las luchas en la historia del campesino cuando habla para desmentir a aquellos que se encargaban de desvalorizarlos, aludiendo que ellos, lo único que han padecido es explotación. En esta acción se refleja la toma de conciencia  de su estado de opresión  y levanta su voz  para no aceptar más situaciones de sometimientos que muchas veces se ven como algo natural.  Lo anterior se logra con reflexión, con diálogo abierto, crítico, liberador con contenido histórico social y acompañado de acciones concretas. Necesitan además, reconocerse como hombres en su vocación ontológica e histórica de SER MÁS.
La acción política al lado de los oprimidos debe ser cultural para la libertad, teniendo en cuenta que en este proceso quienes intervienen son seres humanos, no objetos por tal razón el liderazgo revolucionario debe incidir en la construcción de conciencia para la lucha y la liberación desde el campo histórico, asumiendo desde la crítica múltiples  problemáticas y situaciones que deben ser transformadas en colectivos, desde los inicios en pro de los cambios que se deben generar entre opresores/oprimidos. El camino que se debe andar es el de la pedagogía liberadora con liderazgo revolucionario en donde se establezca una relación dialógica y permanente con el oprimido. El método, no es instrumento-liderazgo revolucionario-, con el que se manipula a los oprimidos porque estos se transforman en la conciencia. “el método se exterioriza y se materializada en actos, que asume la propiedad fundamental de la conciencia: intencionalidad. La conciencia es un “camino para”  algo que no es ella, que se aprehende por su capacidad ideativa. La conciencia es, el método extendido en su sentido máximo de generosidad. La raíz de método y conciencia existe en lo abstracto y metódico” (VIEIRA, citado por Freire en la pág. 66)
Por último, la tarea que deben asumir educadores/educandos, Liderazgo/masas cointencionadas con la realidad, como sujetos en el acto, no es solo descubrirla y conocerla críticamente, sino en el acto de recrear el conocimiento de la misma. Quienes construyen conocimiento a través de reflexión/acción común se convierten en creadores y recreadores. Así, la presencia de los oprimidos en la búsqueda de su liberación, se sustenta en el COMPROMISO de: “Nadie libera a Nadie, ni nadie se libera solo. Los hombres se liberan en comunión” (FREIRE, 1969).

Referencias

FREIRE, P. (1969). Pedagogía del oprimido (vigesimoctava 1982 ed.). México: Siglo XXI editores, sa.
GARZÓN, J. C. (2005). UNIDIDADES DIDÁCTICAS DEL CURSO: EPISTEMOLOGÍA DE LA PEDAGOGÍA. págs 56-64












[1]  Broca, Piaget, Fromm Citados por Garzón, 2005. pág. 50-51  en Epistemología de la pedagogía
[2] Bernstein, citado por Garzón, 2005. Págs. 59-61
[3]  La deshumanización es un hecho concreto de la historia, pero no un destino dado, sino es el resultado de un orden injusto que genera violencia de los opresores y consecuentemente con el ser menos. Pág. 33
[4] Lukács, citado por Freire en págs. 44-45
[5] Fromm, citado por Freire, 1969. Pág. Pág. 54



viernes, 13 de febrero de 2015

DEL EQUIPO PEDAGÓGICO A LA MAESTRÍA EN CONFLICTO, TERRITORIO Y CULTURA Sistematización de un proyecto educativo en el Huila entre 1985 y 2014



   

              DEL EQUIPO PEDAGÓGICO                                                                            A LA MAESTRÍA EN CONFLICTO, TERRITORIO Y CULTURA
Sistematización de un proyecto educativo en el Huila entre 1985 y 2014


Los docentes necesitan dejar de ser meros retransmisores de saberes   y convertirse en formuladores de problemas, provocadores de interrogantes,coordinadores de equipos de trabajo,sistematizadores de experiencias                                                                                                                                            y, además, facilitadores del diálogo entre las generaciones.

Jesús Martín-Barbero (1996:20)

Para mi, la mejor revolución es la educación.  La educación es la revolución sin sangre más eficaz,                                                                                                      es la que combate las situaciones de atraso, de injusticia, etc.  Los verdaderos revolucionarios prefieren ser educadores, prefieren una educación pública, laica, de calidad. Como revolución, la educación es a largo plazo.                                                                                                              Los efectos de la educación se ven con los años.  Ahí tiene usted, por ejemplo, Estados Unidos  las leyes (…) que acabaron con la discriminación en las escuelas permitieron que, 40 años después,  un afroamericano fuera elegido presidente de Estados Unidos.      Fernando Savater (2014)




      Estas páginas reseñan un proyecto educativo que nació en el Huila en 1986 y que ha alcanzado resonancia en el Alto Magdalena y el Piedemonte Amazónico. Pues se empeñó en ir formando investigadores sobre procesos culturales y educativos que contribuyeran a comprender los impactos de la guerra, el narcotráfico y la globalización, para enfrentarlos desde lo local y regional y, por tanto, avanzar hoy hacia la construcción de una convivencia empática, solidaria, argumentada y constructora de ética pública.

      Para caminar en esta dirección, en primer término, se propuso vincular la cultura del entorno con la cultura de la escuela. En segundo lugar, se comprometió a proponer un currículo que le sirviera a las escuelas que están en medio de la guerra y agobiadas por el narcotráfico, para que sus comunidades pudieran construir en colectivo proyectos que les permitieran -a ellas y a sus niños y jóvenes- a defender sus territorios mediante el tejer redes que fueran más allá de sus límites locales. En tercera instancia, hoy trabaja en propiciar convivencia propia, estable y duradera con base en las respuestas más eficaces de las y los habitantes a la confrontación político militar, al narcotráfico y a la corrupción.

1. LOS CONTEXTOS INICIALES

     Los enfrentamientos entre el ejército y los opositores armados al gobierno, que venían desde mediados de los 60 del siglo XX, se convirtió en guerra abierta con la llegada de Julio César Turbay a la presidencia de la república el 7 de agosto de 1978. Pues decretó el Estado de Sitio apenas asumió su cargo, en respuesta a la toma de tierras que venía impulsando la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos –ANUC- en 24 departamentos del país, durante la década de los 70[1], y también al Paro Cívico Nacional del 14 y 15 de septiembre de 1977, que se expresó con especial fuerza en la capital del país, en Manizales y Neiva (Medina, 1984).

    Turbay fortaleció su decisión aprobando además un Estatuto de Seguridad. Este seguía los lineamientos de la Doctrina de Seguridad Nacional que había llevado a los Estados Unidos a crear la Escuela de las Américas en Panamá, en 1946, para atacar a los “enemigos internos” –a los comunistas y otros militantes de izquierda- en todo el continente. (Por cierto, en cumplimiento de esta Doctrina el gobierno de los Estados Unidos había apoyado los golpes militares en Brasil, en 1964, en Bolivia, en 1971, en Chile y Uruguay, en 1973, y en Argentina, en 1976, para eliminar a los enemigos internos e imponer el proyecto económico neoliberal elaborado por la Escuela de Chicago).

      Una de las primeras decisiones militares de Turbay fue la de lanzar la llamada Guerra del Caquetá. Con ella aspiraba a neutralizar a las FARC en el norte de este departamento y, en particular, en la zona de El Pato, porque en ella estaban asentados campesinos del Sumapaz y del sur del Tolima que habían llegado hasta allí para eludir las acciones contra ellos de la dictadura de Rojas Pinilla, a mediados de los años cincuenta, y del gobierno de Guillermo León Valencia que los atacó en 1964 debido a la acusación que Álvaro Gómez Hurtado les hiciera en el Congreso, en 1961, de estar creando unas “repúblicas independientes” (González, 1992). Estas persecuciones llevaron a un buen número de ellos a proclamar el Programa Agrario de los Guerrilleros el 20 de julio de 1964, y a asumirse como la guerrilla de las FARC en 1966 (Matta Aldana, 2008 [1999]: 178-182). Al mismo tiempo, Turbay –y su ministro de Defensa, el general Camacho Leiva- querían reducir al M19 que se había refugiado en el sur del Caquetá luego de “recuperar” armas –según el lenguaje de este grupo armado- en el Cantón Norte, el 31 de diciembre de 1978, y de tomar la Embajada de la República Dominicana, el 26 de febrero de 1980 (Villamizar, 1996).

       Estas confrontaciones afectaron gravemente a la población civil. El ejército militarizó y bombardeó el norte del Caquetá y, sobre todo, El Pato, obligando a los habitantes a marchar hacia Neiva y San Vicente (Molano, 1980). En el sur del departamento intimidó a los pobladores y persiguió a líderes de Juntas Comunales y jóvenes campesinos con tal intensidad que el Centro de Investigación y Educación Popular –CINEP- y el Comité de Solidaridad con los Presos Políticos –CSPP- publicaron el cuaderno Muerte y tortura en el Caquetá, en 1982. Como consecuencia de esta arremetida, el 24 de agosto de 1984 se desmovilizaron en el casco urbano del Hobo, Huila, las reducidas fuerzas del M19 que quedaban en el Caquetá, en la tregua pactada con el presidente Belisario Betancur.


2. LA INNOVACIÓN EN LA ESCUELA Y EL MOVIMIENTO PEDAGÓGICO


     En estas circunstancias de polarización política y represión militar fueron aumentando los desplazados en el Alto Magdalena y el Piedemonte Amazónico. Neiva fue el lugar a donde llegó el mayor número de ellos y donde fueron creando invasiones o asentamientos. Uno de los que tuvo mayor densidad demográfica fue el de Filodehambre que se ubicó en las colinas del oriente de la ciudad. Hasta allí llegaron religiosos claretianos –como Héctor Guzmán, Ángel Signori o Luz Posada- que se quedaron a vivir en el sector y, junto con los padres de familia, abrieron la escuela que tomó el nombre del asentamiento en 1980. En 1987, Luz Posada, Ángel Signori y Lola Cendales publicaron una primera síntesis sobre este esfuerzo colectivo que se tituló Filodehambre. Una experiencia popular de innovación educativa. Su intención fue la de reunir la

experimentación realizada por un grupo de maestros y maestras en un sector popular de Neiva. Este grupo de profesionales de la enseñanza proclama su fe en un trabajo en el que menores y personas adultas investigan su realidad para discutirla, criticarla y tratar de transformarla (Posada, Signori y Cendales, 1987).

      Para trabajar allí retomaron propuestas de Paulo Freire y Celestin Freinet, pero sobre todo se empeñaron en caracterizar –con sus alumnas y alumnos- el contexto en que vivían y trabajaban y los problemas que tenían para trabajar y nutrirse, y la carencia de servicios públicos. También llegaron otros maestros, como Nevardo, que fue asesinado en 1987 junto con una catequista y dos indígenas por intentar impedir el desplazamiento de los indígenas de una isla del río Magdalena.

       De manera paralela, en Aipe y Acevedo, otras escuelas desarrollaron proyectos de innovación educativa. En el primer municipio, recibieron el apoyo del CINEP por intermedio del educador popular Marco Raúl Mejía quien acompañó el trabajo pedagógico realizado y fue construyendo un debate sobre el mismo con maestras y maestros de la escuela urbana mediante una serie de cartas que se publicaron después bajo el título de Cartas pedagógicas (Mejía, 1987).

       En el segundo, profesores y músicos de Bogotá llevaron los entusiasmos y las ideas pedagógicas de renovar la enseñanza mediante el tener en cuenta las demandas sociales de conocimiento que había en la localidad y, además, recurrir a las artes para hacer más lúdico el aprendizaje. El pensamiento que atravesaba estos dos proyectos traía resonancia de las reflexiones de Paulo Freire, en particular, de la dedicatoria de Pedagogia do oprimido: “Aos esfarrapados do mundo e aos que neles se descobrem e, assim descobriendo-se, con eles sofrem, mas, sobretudo, com eles lutan” (Freire, 2014 [1968]: 5); y, además, de la sentencia “Ninguém liberta ninguém, ninguém se liberta sozinho: os homens se libertan en comunhao” (Freire, 2014 [1969]: 71).

       Al lado de los anteriores procesos, en el programa nocturno de Lingüística y Literatura de la Facultad de Educación de la Universidad Surcolombiana, los alumnos de séptimo semestre sacaron al profesor William Fernando Torres de la alta cultura del departamento de Literatura y lo convencieron de acompañarlos a su práctica docente en escuelas populares en 1987. Este profesor había creado la Extensión Cultural Universitaria en 1982, acababa de especializarse en Administración de Proyectos Culturales en la Fundaçao Getulio Vargas de Río de Janeiro, en 1985,  con una monografía sobre integración de las artes para hacer intervenciones en sectores vulnerados en los cascos urbanos (Cardoso, Pacheco Monascal y Torres, 1985). Y, asimismo, había comenzado a publicar artículos sobre los procesos culturales en el Huila durante el siglo XX desde 1986.

      Por entonces estaba dedicado a redactar su tesis doctoral en historia intelectual sobre las transformaciones de la crítica literaria latinoamericana a partir de las críticas publicadas desde 1939 sobre la obra de un escritor inclasificable en el mundo literario como era Juan Carlos Onetti. También contribuyó a la clasificación de los textos no literarios de José Eustasio Rivera que analizó Hilda Soledad Pachón en su tesis doctoral Los intelectuales colombianos en los años 20. José Eustasio Rivera como intelectual, y con la que ella ganó el premio nacional de ensayo joven en 1993.

      Las alumnas y alumnos que invitaron a Torres a trabajar en la Práctica Docente habían asistido a sus cursos. En el de Literatura Clásica Griega enfatizaba en el análisis de la tragedia como conflicto; en el sobre Novela Moderna Europea promovía la lectura de narraciones en las que los personajes protagonistas o sus autores eran mujeres, como Madame Bovary, en el primer caso, o Virgina Woolf, en el segundo; en su ocasional Taller de Poesía trabajaba el desarrollo de la imaginación (como recorrer calles apropiándose de las huellas que hubieran dejado los anteriores transeúntes nocturnos y adivinando sus procedencias), y también la comprensión de poesía, la estructura del poema o hacía ejercicios de síntesis en la escritura de los versos. Pero el que más despertaba entusiasmo entre los estudiantes era el de Apreciación Teatral.

      Al de 1987 llegó un grupo de estudiantes que se comprometió a montar breves obras de teatro –monólogos o de dos actores máximo-, o a realizar una investigación sobre el estado de la creatividad pedagógica en la escuela oficial neivana y a estimular su desarrollo con juegos, performances y puesta en escena de obras creadas con los alumnos. Las obras de teatro sirvieron para hacer intervenciones en espacios urbanos y en comunidades rurales. Una de ellas, Decir sí, era una obra de Osvaldo Dragún –el director de Teatro Abierto de Buenos Aires- que como había tenido tanta acogida del público, en medio de la dictadura de Videla, “fuerzas oscuras” –según la prensa de la época- incendiaron el teatro donde se la representaba. En ella un barbero autoritario afeita a un ciudadano paralizado por el miedo y, por tanto, exponía el clima de zozobra que se vivía en Argentina bajo la dictadura.

      La investigación propuesta llevó a alumnas y alumnos y al profesor a armar un grupo de lectura los sábados. En él leyeron sobre pedagogía, psicología infantil y creatividad. Entre estas lecturas estuvo Paulo Freire, Marco Raúl Mejía, Erik Erikson, Jean Piaget, J. P. Guilford. Con base en ellas acordaron unas elementales definiciones de investigación, pedagogía y creatividad.

       En esta dirección, y para ampliar su definición de creatividad –“la capacidad de ofrecer alternativas pertinentes y oportunas a problemas sociales relevantes” (Torres, 1989)-, asistieron al Festival Internacional de Teatro de Manizales, en octubre de 1987. Allí se fueron intercambiando las tareas de ver obras de teatro, participar en talleres y debates o realizar entrevistas a los directores o actores sobre las obras que habían puesto en escena y la creatividad con la que lo habían hecho.

      Poco después, en noviembre, asistieron a un seminario sobre currículo para ampliar su marco conceptual. Este fue ofrecido por la Universidad del Valle, en Cali, y en él fueron ponentes centrales Cristian Cox, Mario Díaz y Humberto Quiceno. Este seminario les hizo advertir que lo que hicieran en el aula estaba marcado por decisiones tomadas por el Ministerio de Educación pero que, a la vez, debían responder a estudiantes y sus padres que provenían de la cultura rural y oral. Ellos habían llegado a Neiva desplazados por la Violencia de los años cincuenta, o por el terremoto del 9 de febrero de 1967 -que tuvo como epicentro al Huila-, o por los enfrentamientos armados y la guerra sucia de los años ochenta que, como ya se dijo, había desaparecido y asesinado a maestros -como Nevardo- y a catequistas e indígenas y, también, a campesinos y estudiantes universitarios.

      Con el acumulado de estos dos viajes los miembros del grupo redactaron una síntesis de lo que habían visto y discutido y lo publicaron en Pretextos, el suplemento cultural del Diario del Huila, un domingo de noviembre. A partir de allí decidieron llamarse Equipo Pedagógico[2]. Con él quisieron enfrentar los problemas que habían advertido en las escuelas que observaron y, en especial, en la que se concentraron para realizar la Práctica Docente: la Escuela Agustín Codazzi que está ubicada en la actual Comuna 6 de Neiva en un lugar a donde llegó la mayoría de los desplazados a Neiva por la Violencia de los años cincuenta.

      En su pesquisa encontraron que la escuela estaba alejada culturalmente de sus entornos. Y que esta situación era resultante de que los currículos y los programas de curso se elaboraran desde Bogotá sin tener en cuenta las culturas regionales, sus intereses escolares y sus ritmos de aprendizaje. Es decir, eran elaborados –como ha dicho Margarita Serje sobre los estudios regionales- desde el punto de vista de las reformas borbónicas del siglo XVIII que quería extraer la mayor cantidad de riquezas de periferia del país pero a la vez despreciaba profundamente y estigmatizaba a los pueblos originarios pero, al mismo tiempo, les tenía mucho temor (Serje, 2006: 133).

      En consecuencia, lo que proponían esos programas era que los habitantes de las periferias se “culturizaran” según las lógicas y gramáticas del centro de Colombia. Además, la escuela mantenía una actitud autoritaria que obligaba a callar a los alumnos. Esta actitud derivaba en un tipo de evaluación que utilizaba la fuerza física para castigar con lo que se envilecía y llenaba de miedo a los alumnos. Para superar esta situación, los del Equipo Pedagógico propusieron integrar las áreas que trabajaban lenguajes como educación física, música, artes visuales y escénicas, y literatura. También propusieron talleres para integrar los sentidos y los reunieron en una cartilla que se tituló Úpale, ole (1988).

En suma, su conclusión sobre los problemas de la escuela fue la siguiente:

1) la escuela estaba desarraigada y era desarraigadora;
2) la escuela no era democrática, y
3) la evaluación en la escuela no era formativa sino castigadora (Torres, 1989).

     Esta caracterización de la institución educativa llevó al Equipo Pedagógico a participar en el Movimiento Pedagógico Nacional. En él coincidieron con otros sectores que luchaban porque la escuela tuviera pertinencia social y relevancia académica, porque la escuela democratizara su convivencia y, a la vez, porque pasara de la evaluación castigadora a la evaluación formativa. Sus argumentos tuvieron respuestas: el Ministerio de Educación aprobó la elaboración de Proyectos Educativos Institucionales –los PEI-, acogió la idea de acordar Manuales de Convivencia y de elegir personeros escolares y, asimismo, de hacer evaluación por logros.

       Sin embargo, los creativos PEI que pactaron maestras y maestros se quedaron en el papel porque se estrellaron con las normas administrativas vigentes para la escuela autoritaria. Los Manuales de Convivencia fueron redactados, en muchos casos, por los antiguos Prefectos de Disciplina que, a su vez, pronto fueron reemplazados por los Orientadores Escolares. Entretanto, las elecciones para personeros escolares reprodujeron las prácticas clientelistas de las elecciones para cargos públicos ya que en ellas se repartieron camisetas, dulces y helados, con lo que se consiguió que los niños se iniciaran desde muy temprana edad en la tergiversación de la política y la meritocracia. Y, en cuanto a la calificación por los logros, como los maestros no fueron entrenados para aplicarlas de manera cualitativa, pronto cayeron en una rutina que tornó laxa la tarea de evaluar y generó el descenso de la calidad en la educación. Tales resultados llevaron a suponer que a la escuela había que cambiarla desde adentro porque pelear con las incomprensiones, dogmatismos y soberbias de muchos funcionarios gastaba energías que se requerían para otras labores más creativas y gratificantes.


3. LA PRIMERA PREGUNTA DE INVESTIGACIÓN

     Para enfrentar este nuevo panorama el Equipo Pedagógico se planteó entonces una nueva pregunta de investigación en 1989. Ella fue la de ¿cómo vincular la cultura del entorno con la cultura de la escuela? Y a pesar de que no tenía mucha experiencia en formular preguntas de investigación -pues la formulada era para obtener recetas a aplicar o para elaborar un Proyecto de Desarrollo-, ella les abrió un camino para aprender a investigar. Esa fue la semilla que dio origen a una especialización que se comprometió a enfrentar el desarraigo que producía la escuela y la carencia de estrategias pedagógicas que atendieran a estudiantes que ahora tenían nuevos modos de concentración y atención debidos a la llegadas de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación al Alto Magdalena y el Piedemonte Amazónico. Este proyecto fue la Especialización en Comunicación y Creatividad para la Docencia que aprobó el ICFES en el segundo semestre de 1991.

      Por fortuna, como signo de los tiempos, la nueva Constitución colombiana aprobada en ese año reconoció que el país era pluriétnico y pluricultural; que existía el derecho al libre desarrollo de la personalidad y a la libre expresión. Y para defender estos implementó el mecanismo de la tutela. El panorama para desarrollar la ECCD era esperanzador.

     Los miembros del Equipo Pedagógico se graduaron y encontraron trabajos estables como profesores en todos los niveles del aparato educativo y como asistentes de investigación. Por su parte, el profesor William Fernando lideró la apertura del citado programa de educación avanzada con las profesoras María Teresa Cortés, doctora en Lingüística de la Universidad Lomonosov de Moscú; Hilda Soledad Pachón, doctora en Letras de la Universidad Autónoma de Barcelona; y los profesores Justo Morales, doctor en Lingüística, de la Universidad Lomonosov, y Luis Carlos Rodríguez, doctor en Historia de la Universidad Javeriana de Bogotá.

      También la ECCD tuvo el acompañamiento constante y muy orientador de Jesús Martín Barbero. Y el aporte entusiasta y generoso de, entre otros, la argentina Mónica Sorín Zabludosky (psicóloga experta en creatividad), Mayra Navarro y Francisco Garzón Céspedes (narradores orales), de Cuba; de José Parejo (experto en el cuerpo en el aula), de España; de Enrique Vargas y Lavinia Fiori (antropólogos y teatreros), Marco Raúl Mejía (educador popular), Medófilo Medina (historiador), Alberto Motta (pintor)…

      La ECCD se planteó formar maestros capacitados para investigar las relaciones entre su entorno y la escuela mediante una pedagogía por procesos. Es decir, una que –en primer lugar- partiera de construir un diagnóstico con base en la descripción y el análisis de los contextos y procesos locales, de los actores y de las prácticas problemáticas sociales y pedagógicas. Que, en segundo, los interrelacionara para inferir, a partir de las conexiones establecidas, los problemas relevantes. Que, en tercer término, estableciera como problema central de investigación el que de los listados, al resolverse, contribuyera a solucionar el mayor número de los problemas enumerados. Y, por último, como resultado del anterior  recorrido, formulara una pregunta de investigación clara y posible de responder. Una que partiera de un radical de pregunta –qué, por qué…-, incluyera el tema-problema, los actores implicados en el mismo, y los tiempos y espacios que se iban a estudiar.

      Para apoyar la realización de estas tareas la ECCD fue elaborando una serie de matrices para que los maestros que venían de “culturas orales, se habían convertido en agentes de la cultura escrita –que no se habían apropiado del todo-, y ahora tenían que trabajar con alumnos que eran habitantes de la cultura audiovisual electrónica –que a menudo desconocían o rechazaban-”, adelantaran pesquisas puntuales, de manera individual o colectiva (Torres, 2000 [1997]: 166-167).

      Al lado de estas tareas, los profesores William Fernando Torres y Luis Carlos Rodríguez propusieron, en 1991, al Proyecto de Historia Local y Regional del Plan Nacional de Rehabilitación adelantar una investigación sobre los conflictos culturales en 6 municipios del Huila considerados “zonas rojas”. Ellos fueron Colombia, Baraya y Tello, en el norte del departamento, y Suaza, Acevedo y Palestina, en el sur. En la cordillera Oriental de los 3 primeros las FARC hacía presencia, y en las localidades del sur además de las FARC estaba el M19 y el ELN.

      En esta tarea exploraron los procesos locales de estos municipios mediante el solicitar a los jóvenes que produjeran relatos audiovisuales sobre su percepción de la historia del municipio, y a los adultos prestar fotos de los álbumes familiares con el propósito de levantar Muros de la Memoria que permitieran contrastar las versiones generacionales sobre la historia local, los conflictos entre los habitantes y con los de los municipios cercanos e inferir la transformación de los valores que los integraban entre 1940 y 1995. Asimismo, indagaron la percepción que tenían las autoridades sobre la historia local mediante el observar el estado de los archivos oficiales de cada localidad investigada. Los resultados fueron publicados en el libro Historias de la Sierra y el Desierto. Conflictos culturales en el Huila entre 1940 y 1995 (Torres, Rodríguez y Salazar, 1996), y en un documental resultante de las imágenes tomadas por los jóvenes en cada localidad, estructurado en consenso con ellos, y editado por el antropólogo visual Pablo Mora Calderón.

      Por otra parte, entre 1992 y 2000, la ECCD se ofreció en Neiva, Garzón, Pitalito, La Plata y Gigante, en el Huila, y en Florencia y Doncello en el Caquetá. Casi todos los miembros del Equipo Pedagógico se graduaron en ella y optaron por trabajar en experiencias de educación popular –como Filodehambre-, en convertirse en profesores universitarios o crear un centro de investigación en una universidad privada desde el que elaboraron informes en el que caracterizaron el trabajo docente en el Huila y propusieron alternativas para su capacitación (Salazar, 1996). Además, a la ECCD llegaron 600 maestros de los departamento de Huila, Caquetá y el oriente del Cauca. Ellos elaboraron 175 monografías sobre procesos locales, caracterizar estudiantes y docentes, y proponer alternativas creadoras para trabajar en la escuela y en el aula. Estas indagaciones se fueron sumando una a una y posibilitaron levantar un mapa un mapa de las relaciones entre contextos, procesos sociales y escuela en el Alto Magdalena y el Piedemonte Amazónico entre 1992 y 2002.

       Los trabajos mencionados dieron pie para que el grupo de profesores propusiera la creación de la carrera Comunicación y Procesos Culturales (en realidad, gestión cultural), en 1994, con el fin de restablecer los tejidos comunicativos en la región -rotos por la confrontación armada-, contribuir a consolidar lo que en esas fechas se llamaba sociedad civil para que se empeñara en detener la guerra o, por lo menos, en crearle otra orilla a la polarización social. Una “tercera orilla del río” como lo sugiere el cuento del mismo título del escritor brasileño Joao Guimaraes Rosa.

      Desafortunadamente esta propuesta no tuvo la comprensión de los evaluadores del ICFES que la visitaron en 1996 y exigieron convertirla en Comunicación Social y Periodismo con lo que la convirtieron en una carrera que terminó formando “productores de contenidos”, como se dice ahora.

      En ese momento la atmósfera de esperanza que vivía Colombia, propiciada por la apertura democrática de la Constitución de 1991, se había convertido en decepción generalizada al descubrirse que en la campaña presidencial de 1994 habían ingresado dineros del narcotráfico. A lo anterior, se sumó la escalada que hizo las FARC, desde 1994, para demostrar que tenía poder de fuego y dominio territorial en el sur del país e, incluso, en zonas del departamento de Cundinamarca. A esto se agregó, la expansión paramilitar hacia el centro y sur del país y para la que se cambió el nombre de Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá –ACCU- por el de Autodefensas Unidas de Colombia, AUC-, al apoderarse de territorios en el Caribe, el Magdalena Medio, los Llanos orientales, el sur del Caquetá y el Putumayo, desde 1994, pero con mayor despliegue desde 1997 (Ronderos, 2014).

En el Alto Magdalena y el Piedemonte Amazónico esta expansión fue particularmente cruel contra las mujeres, sobre todo en el Sur del Caquetá y en el Putumayo, pues reprodujeron formas de tortura de la Violencia de los años cincuenta y de las que realizaron las dictaduras del sur del continente entre los setenta y los ochenta (Osorio, 2012). A la vez, a la violencia indirecta se volvió estructural: pues todos los habitantes han sido afectados por la confrontación y, también, por la reparación de las víctimas ya que no se la ha hecho desde las dimensiones simbólica y moral sino que se la ha reducido a la mera entrega de dinero.


4. LA SEGUNDA PREGUNTA


    Ante estas circunstancias, el grupo de profesores de la ECCD y los estudiantes de la misma comenzaron 
a plantearse una nueva pregunta: ¿Qué escuela construir en un territorio en guerra? Con el fin de responderla, los profesores William Fernando Torres e Hilda Soledad Pachón lideraron una investigación sobre los imaginarios de futuro colectivo en el Alto Magdalena y el Piedemonte Amazónico en el que trabajaron en Neiva, Pitalito y La Plata, en el Huila, en Florencia, Caquetá, y en Mocoa, Putumayo.

     En este trabajo indagaron los impactos del conflicto en las subjetividades –concebidas como constituidas por tejidos comunicativos, memorias (oficiales, públicas, sociales y colectivas), e imaginarios de futuro (oficiales y populares), con base en documentos producidos por culturales orales, escritas y audiovisuales. En esta labor tuvieron el apoyo de profesores de la ECCD y del programa de Comunicación Social y Periodismo y, también, de estudiantes tesistas de esta última carrera.

       Los resultados fueron tres libros: Neiva, Nave, Novia (Acevedo, compilador, 2001) –un libro de crónicas elaborado por los estudiantes sobre la capital del Huila-; La ebriedad de los apóstoles –una compilación de crónicas de William Fernando Torres sobre los procesos sociales de Neiva y el Alto Magdalena y Piedemonte Amazónico, desde 1977-, e In-Sur-gentes. Construir región desde abajo –un libro en el que participaron destacados científicos sociales sobre el reordenamiento territorial de Colombia y en el que los referidos investigadores principales presentaron su estudio “Construir desde abajo. Subjetividades en la Región Surcolombiana” (Torres, Tovar y Lassodocumentales ¿Qué futuro en medio de la guerra? –sobre los imaginarios de mujeres y niños desplazados-, y Los oficios de la casa –sobre los oficios “femeninos” que habían terminado haciendo los hombres desplazados que no lograban conseguir trabajo-.

      Con todo, estos trabajos no dieron respuesta concreta a la pregunta ¿qué escuela construir en un territorio en guerra?, aunque permitieron percibir los procesos y contextos de la guerra y sus impactos en la vida cotidiana de los habitantes.

       Esta situación llevó a hacer un nuevo intento. Este fue el de construir con 94 maestras y maestros de la Escuela Normal Superior de Neiva –ENSN-, entre 2004 y 2006, una propuesta de currículo para formar maestros entrenados para trabajar en zonas rurales afectadas por el conflicto y espacios urbano-marginales. El trabajo se desarrolló, en su primera etapa, mediante dos líneas de investigación: una que establecía las demandas sociales de conocimiento de las áreas en estudio, y otra que establecía las potencialidades existentes en la ENSN para responder a esas demandas sociales de conocimiento. En la segunda fase, se estableció el perfil de maestras y maestros a formar. En la tercera, se diseñó el currículo que propuso entrenar a maestras y maestros para indagaran los procesos sociales del entorno en el que trabajaban –entre ellos, los impactos de la guerra y el narcotráfico- y los enfrentaran con estrategias creativas provenientes desde la pedagogía, las artes, las cultura y la comunicación.

      Para formar esas maestras y maestros, se crearon tres áreas de trabajo: la de Contexto, la de Comunicación y la de Proyecto de Vida Pedagógica que podrían superar la rígida estructura por disciplinas que gobernaba la escuela y proponer otra interdisciplinaria. Una en la que los profesores de ciencias sociales, matemáticas y sistemas se integraran en el área de Contextos; los profesores de lenguajes (corporales, estéticos y literarios) conformaran la de Comunicación, y los profesores más reconocidos por estudiantes y padres condujeran la del Proyecto de Vida Pedagógica. No obstante, la falta de entrenamiento en investigación y la falta de tiempo para dedicarse a ella, llevó a las directivas a decidir cambiar el énfasis en investigación por el de medio ambiente.

       Pese a lo anterior, de esta labor resultó un modelo para construir currículos con pertinencia social y relevancia académica. Es decir, unos currículos que pudieran construir política cultural. Esta indagación fue asesorada por el profesor Torres.


5. LA TERCERA PREGUNTA

        La decisión de las directivas escolares de no optar por la investigación del entorno para vincularlo a la cultura de la escuela y la confrontación que hubo entre los profesores en el curso del proceso de elaboración del currículo en la ENSN, llevó a suponer que la construcción de escuela en medio de la guerra no se podía hacer desde dentro de la misma. Por tanto, hubo que explorar cómo conseguir el propósito de construir “la tercera orilla del río” que ha alimentado todo este recorrido, pero ya no para consolidar una sociedad civil que detuviera la guerra –pues esta estaba intimidada o estupefacta-, sino para ir construyendo convivencia en medio de los fuegos cruzados.
      En esta perspectiva, Torres propuso adelantar una investigación que explorara los impactos del conflicto político militar en los tejidos comunicativos cotidianos en el territorio donde la guerra había sido más intensa en el país: en el Mapa de la U que incluye el sur del Meta, atraviesa el piedemonte amazónico del departamento del Caquetá, el norte del Putumayo, el oriente del Cauca y el Valle, pasa por Caldas y llega al Magdalena medio, y tiene en su centro a los departamentos de Huila y Tolima (PNUD, 2003). El propósito de establecer los impactos del conflicto en los tejidos comunicativos cotidianos era el de colegir las respuestas que los pobladores de las localidades más afectadas por la guerra le habían dado a ella, e inferir su capacidad de iniciativa política para construir convivencia.
      Esta investigación se hizo con profesores investigadores y tesistas de postgrado y pregrado de la Universidad Surcolombiana, de Neiva, Javeriana, de Bogotá, Caldas, de Manizales, y Tolima, de Ibagué, entre 2009 y 2011. Sus resultados –que fueron 10 trabajos de grado, 6 tesis de maestría, 6 artículos científicos, un libro (Torres y otros, 2012) y un documental (Torres, 2012)-  permitieron inferir que los habitantes del área investigada habían dado respuestas a la guerra desde lo cultural –los rituales, el performance, la promoción de la lectura-, desde lo pedagógico y lo comunicativo. Estas conclusiones llevaron a preguntarse si las respuestas que produjeron esas experiencias podrían propiciar convivencia desde ahora. Asimismo, se llegó a la conclusión que sólo quienes han sufrido los impactos de la guerra y los han enfrentado están en capacidad de conseguirla, por supuesto, con el acompañamiento de organizaciones que pueden hacerlo con la suficiente información previa, de manera consensuada y duradera. (Lo que es diferente a las intervenciones de algunas multilaterales y ongs que suelen ser desinformadas, efímeras y mercenarias).
       Como resultado de todo este recorrido, la Universidad Surcolombiana abrió en 2008 la Maestría en Conflicto, Territorio y Cultura. Ella ha continuado la tarea de investigar los impactos del conflicto en los habitantes y en el territorio y, a la vez, las respuestas que han ido dando a la confrontación. Con base en las conclusiones obtenidas se han propuesto intervenciones desde la educación, la comunicación y la política pública. Pero, por lo pronto, ha llegado a la conclusión de que la convivencia a construir es una que sea empática, solidaria, argumentada y constructora de ética pública.
         En estos días intenta integrar a las comunidades del Alto Magdalena y Piedemonte Amazónico que han dado las respuestas más eficaces a la guerra para que las fortalezcan y multipliquen pues sus luchas han propiciado una convivencia con las características que antes se han enumerado.[3]

BIBLIOGRAFÍA
Acevedo, Juan Carlos, compilador (2001). Neiva, nave, novia. Neiva: Editorial Universidad Surcolombiana.
Cardoso, Denise Hamu; Coromoto Monascal Pacheco y William Fernando Torres (1985). TACREAR. Río de Janeiro: Fundaçao Getulio Vargas.
Freire, Paulo (1969). La pedagogía del oprimido. Río de Janeiro: Editoria Paz e Terra, 56 ediçao.
González, José Jairo (1992). Espacios de Exclusión: El Estigma de Las Repúblicas Independientes 1955-1965. Bogotá: CINEP.
Matta Aldana, Luis Alberto (2008). Colombia y las FARC-EP. Origen de la lucha guerrillera. Testimonio del comandante Jaime Guaracas. Bilbao: Txalaparta
Medina, Medófilo (1984). La protesta urbana en Colombia. Bogotá: Ediciones Aurora.
PNUD (2003). Informe de Desarrollo Humano Colombia 2003. Callejón con salida. Bogotá: PNUD.
Posada, Signori y Cendales (1987). Filodehambre. Una experiencia popular de innovación educativa. Bogotá: Dimensión Educativa.
Ronderos, María Teresa (2014). Guerra recicladas. Una historia periodística del paramilitarismo en Colombia. Bogotá: Aguilar.
Serje, Margarita (2006). El revés de la nación. Territorio salvajes, fronteras y tierras de nadie. Bogotá: Uniandes-CESO
Torres, William Fernando; Luis Carlos Rodríguez y Mercedes Salazar (1996). Historias del Sierra y el Desierto. Conflictos culturales en el Huila entre 1940 y 1995. Neiva: Universidad Surcolombiana, ICAN, PNR.
Torres, William Fernando (2000). Amarrar la burra de la cola. ¿Qué personas y ciudadanos intentar ser en la globalización? Neiva: ECCD-Universidad Surcolombiana, Libros del Olmo.
Torres, William Fernando (2002). La ebriedad de los apóstoles. Neiva: Editorial Universidad Surcolombiana.
Torres, William Fernando; Bernardo Tovar y Luis Ernesto Lasso, editores (2003). In-Sur-gentes. Construir región desde abajo. Neiva: Editorial Universidad Surcolombiana.
Torres, William Fernando; Aída Quiñones y otros (2012). Para vencer el miedo. Respuestas a los impactos de la guerra en el centro y sur de Colombia entre 1980 y 2010. Ibagué: Editorial Universidad del Tolima. 
Torres, Olmo (2012). Documental El silencio no perdona. Neiva: MCTC-Universidad Surcolombiana.
Villamizar, Darío (1995). Aquel 19 será. Bogotá: Planeta.
Zamosc, León (1987). La cuestión agraria y el movimiento campesino en Colombia: luchas de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), 1967-1981. Instituto de Investigaciones de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social.

 





[1] Según León Zamosc el mayor número de invasiones se dio en Sucre y Huila (Zamosc, 1987: 125).
[2] Los doce miembros del Equipo Pedagógico fueron Ángela Adriana Segura, de Neiva;  Consuelo Tovar de Aipe (norte del Huila); Martha Cecilia Cedeño, de Doncello (norte del Caquetá); Martha Lucía Gutiérrez, de Neiva; María Margarita González, de Neiva, todas ellas maestras en formación. También Gema Trujillo Pérez de Inzá (oriente del Cauca), con 7 años experiencia en docencia en básica primaria en zona rural y urbana; María Eloísa Tovar, de Neiva, con dos años de experiencia en básica primaria en colegios privados urbanos; Mercedes Salazar Plazas, de Tello (norte del Huila); Rubiela Andrade, de Neiva, empleada en Coca Cola; Augusto Rivas, de Neiva, comerciante, y Yesid Andrade Yagué, de Íquira (occidente del Huila), empleado en comercio y ventas. Y el profesor citado.

[3] No sobra añadir que unas cuantas de las miembros del Equipo Pedagógico que egresaron de Especialización en Comunicación y Creatividad para la Docencia y de la Maestría en Conflicto, Territorio y Cultura son ahora profesoras de esta última.