VOLVER A LA ESCUELA
CONSTRUÍDA DESDE LA MINGA
Por: Mercedes Salazar Plazas
Eran
los años 90, acababa de terminar mi carrera de Lingüística y Literatura en la Universidad
Surcolombiana, y lo primero que se vino a mi cabeza, fue volver al lugar, donde había aprendido a
leer y escribir. Si, a la escuela del Espejo en el municipio de Tello-Huila
donde nací. Allí, donde mi padre
liderando la comunidad donó una parte de su terreno para que todos los niños,
jóvenes, familias aportaran desde su haber y saber a la minga para la
construcción de la escuela veredal. Por
eso, empecé a pensar el cómo continuar mi proceso de responsabilidad social sin
devengar un salario, a un lugar, que me dio solo alegrías y risas colectivas de primera infancia. Para tal fin, contacté a
la profesora de dicha escuela de la época, para que me dejara en su reemplazo, y fue así que ella, quien no estaba a gusto con los vecinos de la
Vereda, y por eso poco iba a mediar los procesos educativos con los niños, inmediatamente hizo toda la gestión para que
hiciera su “trabajo”.
Cuando
llegué a mi comunidad, ésta no se opuso
pero tampoco me recibió bien porque al decir de ellos, “debía ser igual a la
otra” se referían a la profesora nombrada en propiedad por secretaría de
educación. Ipso facto, comencé las visitas domiciliarias para que cada familia
me contara desde una entrevista estructurada, porque no enviaban sus niños y
niñas a estudiar – esta actividad la realicé porque solo encontré en el aula de
clase a tres niños y dos niñas-, en
conclusión de la entrevista se pudo inferir que los padres y madres, no enviaban a sus hijos a la escuela porque
lo consideraban como “pérdida de tiempo porque la profesora iba dos días a la
semana y no dedicaba tiempo a los estudiantes porque estaba preocupada en
atender a sus tres hijos”. (Fuente:
padres y madres entrevistados)
Con
mis argumentos que las cosas serían
desde ya diferentes porque iría a vivir con ellos, trabajaría horas extras en
refuerzos en pro de avanzar lo que ellos veían muy deficiente, acordamos
entonces, firmar mi compromiso con cada familia, y está a la
vez, dedicaría una hora para apoyar a los niños y niñas en casa, con las tareas
de la escuela que quedaran faltando en los refuerzos; aportar un algo todos días para el almuerzo colectivo; propiciar los útiles básicos para la
educación de sus hijos; y por último, que se creara una excelente
comunicación maestra-familia-estudiante. De lo anterior, logre que en el aula
de clase en cada rincón desde el modelo pedagógico de la escuela nueva, se
visualizaran los diferentes grados de primero a quinto ya con ocho niños y doce niñas que acudieron con ojos de marciano
a construir las cometas de colores como rutas hacia la superación y la
construcción de individuos libres.
Fue
así como se inició este camino maravilloso y el disfrute de aprender con los
niños(as) en donde ellos con el tiempo resignificaron la importancia de leer
para ser libres. Pero mi gestión no quedaría solamente con los niños y niñas,
fue así como nació la idea de la escuela del adulto, para ello, diseñe un proyecto curricular que
propiciara un espacio para adultos no solo para los vecinos de la vereda, sino también,
para las veredas aledañas en el horario de 5:00 a 9:00 p.m. al terminar
el jornal y después de la jornada de
clase de los niños que iba de 7:00 a 4:00 pm de lunes a viernes.
Inicié
el proyecto para el adulto, con un currículo flexible que contó con un
diagnóstico a partir de una encuesta sobre el
nivel de formación que deberían seguir y con el aporte comunitario el
cual se consolidó de la siguiente manera: área de artes o expresiones
artísticas –enseñar los saberes del área entre todos, allí yo también aprendía
de ellos-; área de matemáticas para la vida – las operaciones básicas, pero
sobre todo se enfatizaba en el diseño y llevada a cabo de presupuestos para el
manejo del dinero en familia y en el diseño de proyectos con sus
presupuestos, para que fueran tenidos en
cuenta por la alcaldía municipal o en la
creación de cooperativas comunitarias-; área de sociales, en donde se pretendía
reconocer la identidad cultural de la vereda, el municipio, el departamento, el
país y el mundo; el área de ciencias Naturales, para el manejo de los cultivos
alelopáticos, el agua, el medio ambiente, ecosistemas, las plantas medicinales
entre otras cosas. Educación física, el cuidado del cuerpo, la nutrición y el
deporte. Nociones de salud ocupacional para evitar incidentes en los trabajos del campo; y la organización de actividades lúdicas que
formaran tejidos afectivos y comunicativos. Torneos de tejo, microfútbol, básquetbol, voleibol, lazo etc.
Sobre todo se privilegiaban los juegos tradicionales en familia para los
sábados en la tarde.
Con
los niños se avanzó en acabar la deserción escolar desde el trabajo arduo en
comunión con la comunidad educativa. Mi tarea de incentivar a los estudiantes
sobre la importancia del estudio en pro de la calidad de vida, se fue evidenciando
cuando les llevaba las cajas de cuentos y ellos los leían en préstamo para la
casa. Del grupo de esa época, hay varios profesionales en ejercicio y otros son
habitantes de la vereda que aporten a su bienestar con sentido de minga.
El
trabajo con el adulto, se vivencio en el avance en muchos de ellos que
aprendieron a leer, escribir, hablar en público, gestionar proyectos como el de
la carretera, la luz, la cooperativa. Tienen más conciencia sobre el apoyo que
deben brindar a sus hijos, y se evidencia porque estos les han superado a sus
padres y madres en la formación académica. Las madres mejoraron sus maneras de
crianza, alimentación y organización familiar. Los padres, son más afectivos
con sus familias y se solidarizan con las actividades que requieren de la
minga.
Pienso que esta
historia y muchas más, que ya no
recordaba y que por las preguntas que formularon para realizar este ensayo vino
a mi memoria esta bella experiencia para ser contada. Ser líder es hacer que
todos sientan que lo son, eso, fue lo que hice en este trabajo de siete
meses, la gente creyó en la propuesta y se arriesgó con mi mediación en medio
de la petromas y el cansancio de las jornadas diarias, a construirse en
colectivo y sin claudicar en el tiempo. Por el contrario, el entusiasmo y la
creatividad se disfrutaron con las obras de teatro; en el pesebre gigante, hecho por ellos a partir de productos
naturales y desechos; en el día del amor y la amistad con la verbena; en la
unión para evitar que los que viven en margen de la ley ya no me convirtieran
en objetivo militar como lo anunciaron en un panfleto cuando inicie mi labor
comunitaria pedagógica; En los recuerdos que reviven cuando voy de vez en
cuando a darles un abrazo. Lo anterior se debe, a mi formación humana socio
afectivo que viene de mi familia, de un padre líder campesino, de una madre
solo amor y trabajo arduo. Por ello, creo firmemente, que una formación desde las
dimensiones del ser, un ser que conoce –cognitivo-, que sabe, pero que lleva
ese saber de la mano de la parte afectiva y humana para entender las
necesidades del otro, conjugado en saber ser persona con cualquier actor social,
pero que no se queda allí, en discursos sino que con altos niveles de
consciencia social los hace trascender haciendo las cosas de una manera
adecuada y de la misma manera mediar para que el otro pueda hacerlas bien, es la base para la calidad de la formación que se brindar al individuo. Es
por ello, que me apasiona servir al otro, no por obligación, no por el dinero
que pueda obtener, sino porque me nace
desde mi corazón. Así, es que fundamento mi vida con la solidaridad, en el
respeto por lo diferente sin perder mi esencia, el compromiso conmigo misma,
con el otro y el contexto, la responsabilidad, lo ético entendido en términos
sociales e individuales entre otras cosas. Todo mi accionar, va dedicado a mi
familia que es diversa pero con una mediación siempre a la solidaridad, a ver
el otro como un ser humano igual, amoroso, con equivocaciones y aciertos. Pero
sobre todo le debo mi vida a Dios en donde me formaron mi espiritualidad, a mis
padres Andrés –que descansa en la paz del señor desde hace 26 años- a Magdalena
mi madre, que en su amor infinito nos dejó ser, nosotros mismos, pero nos enseñó la
importancia de una familia, por ello, con sus noventa años todavía se levanta
con una sonrisa para quien la encuentre primero en la puerta de su casa. A mi
hijo, que vino a cambiar mi vida con su sabiduría infinita. A mis maestros que
fueron creativos y los que no, también. A mis amigos que son maravillosos y son
muchos. A mis estudiantes que todo el tiempo me enseñan desde su saber, hacer y ser. A mis conocidos porque aparecen
como las estrellas me iluminan y se esfuman. A mis vecinos por cuidar de mí y
de mi hijo cuando lo necesito. Al padre
de mi hijo que aunque no vive con nosotros es una persona amable, amorosa y
siempre luz